|  | Revista Digital de El Quinto Hombre
UN HOMBRE LLAMADO... 
         KRISHNAMURTI
         
        - Parte II           F.Z: Como la poesía.
         A.C: En esencia vivir humanamente es un hecho poético, y a veces las 
        expresiones verbales al respecto pueden adquirir formas afines, metáforas, 
        imágenes. Abstracciones no. No es un lenguaje abstracto. Por supuesto, 
        si sólo se tratara de "hablar lindo", la cosa no tendría sentido. Sale 
        así porque el hecho percibido encuentra ese cauce para comunicarse. La 
        diferencia con la poesía propiamente dicha, es que aquí no se trata de 
        vivencias o experiencias que pasan por un centro personal, y las palabras 
        no se dirigen al centro personal del otro. No se trata de revivir en el 
        otro las propias experiencias de dolor o de alegría o de angustia o de 
        júbilo, etc., etc., sino de abrir, con la llave de las palabras (prosaicas 
        o poéticas, como cuadre mejor) las puertas de la percepción impersonal 
        de la realidad que se está manifestando en la exploración. No sé si quedó 
        claro.
         F.Z: Sí, está claro, pero insisto en que es un hecho artístico.
         A.C: ¿Cuál?
         F.Z: Lo que usted llama la exploración de la realidad. Yo lo siento 
        como si fuera la gestación de una obra de arte.
         A.C: La gestación de una obra de arte... Completamente de acuerdo. 
        Investigar, explorar seriamente en el vivir, es sentar las bases para 
        el mayor y más sublime de los artes: el arte de vivir. Hace miles de años 
        que el hombre practica disciplinas artísticas: música, pintura, escultura... 
        Y las valora en extremo, psicológica y materialmente. Pero el arte de 
        vivir no se valora...
         F.Z: ... no se conoce...
         A.C: Correcto, no se conoce, ¿Qué significado tiene finalmente para 
        el ser humano todo el caudal artístico que vino acumulando en el tiempo, 
        si no entendió que esos eran los atisbos de algo que empujaba desde mucho 
        más hondo hacia una eclosión que resumiera en sí activamente, vitalmente, 
        en el lienzo, en el pentagrama, en el mármol de cada día, de cada instante, 
        un arte que es la suma y multiplicación de todos los artes, de todas las 
        filosofías, de todas las religiones que conoció la Humanidad?
         F.Z: El arte de vivir. Pero...
         A.C: ...pero nos hemos quedado con las herramientas. Las herramientas 
        se han ido gastando, enmoheciendo, de vez en cuando las limpiamos, las 
        compramos y las vendemos. Pero no hemos construido nada valioso con las 
        herramientas cuyo destino era forjar una sensibilidad diferente de la 
        que habíamos heredado del homínido primitivo. Sensibilidad. No sensiblería, 
        no emocionalismo, ni neurosis de refinamiento superficial. Sensibilidad 
        humana. Que incluye la percepción activa de lo que está más allá de nuestros 
        límites sensorios.
         F.Z: ¿Qué significa "más allá de nuestros límites sensorios?"
         A.C: Lo parapsicológico sigue siendo sensorio.
         F.Z: Más bien mental.
         A.C: Pero accesible a los sentidos comunes ¿no? La mente tiene ciertos 
        recursos energéticos que se salen del patrón corriente, y el producto 
        de esa actividad sobre el medio origina fenómenos que pueden captar los 
        sentidos habituales. Estamos siempre dentro del tiempo y el espacio, la 
        acción de la mente sobre la materia... Pero no nos apartamos del tema. 
        Usted dijo al principio que la enseñanza de Krishnamurti se comprende 
        poco. Es verdad. Y no es que sea una doctrina o una filosofía abstrusa, 
        complicada. No requiere, para su comprensión, un cerebro adiestrado en 
        el manejo de conocimientos especiales y cosas así.
         F.Z: Entonces, ¿por qué resulta difícil?
         A.C: Ya lo dijimos; la propia mente bloquea el acceso significativo 
        de lo que alienta en la enseñanza. El nudo de la cosa, simple, claro, 
        diáfano, es la imperiosa necesidad del cambio. No se puede comprender 
        la enseñanza con una mente que no quiere cambiar.
         F.Z: Pero son muchos lo que sí quieren cambiar, por algo leen a Krishnamurti.
         A.C: ¿Seguro que quieren cambiar? ¿Qué es lo que quieren cambiar?
         F.Z: Quieren cambiar ellos. Algunos se desesperan intentando cosas 
        con distintos gurús, con el yoga, la meditación trascendental, lecturas... 
        y finalmente van a dar en Krishnamurti. Al principio parecen entenderlo, 
        pero casi siempre terminan por encontrarlo muy difícil.
         A.C: Insisto, la clave está en la disposición interna del que se acerca 
        a Krishnamurti, no en Krishnamurti. Me refiero a la clave del posible 
        contacto directo con la enseñanza viva, no del contacto intelectual con 
        las palabras, los conceptos.
         F.Z: El cerebro, ¿no tiene nada que ver ahí?
         A.C: Claro que tiene que ver. Por el cerebro pasa todo, y en el cerebro 
        tienen lugar complejos procesos físico - químicos que acompañan todos 
        los movimientos de la vida, tanto los biólogos como los psicológicos. 
        El cerebro tiene que estar bien, lo suficientemente bien como para no 
        obstruir con sus propios movimientos autónomos el movimiento de la percepción 
        pura y directa de la realidad.
         F.Z: ¿No es el cerebro el que percibe?
         A.C: Es el ser humano total el que percibe; el cerebro es una parte 
        de esa totalidad. Interviene como una parte del movimiento mismo de la 
        percepción.
         F.Z: Y el pensamiento, ¿qué papel juega? Se lo pregunto porque creo 
        que es uno de los puntos donde se traba la mayoría de los que leen a Krishnamurti.
         A.C: Ninguno, salvo que esa percepción tenga que comunicarse por escrito 
        o de viva voz a otro ser humano. En tal caso, está primero la percepción 
        del hecho y luego viene el empleo que la mente hace del pensamiento para 
        comunicar lo percibido. Piensa para comunicar, no piensa para percibir. 
        Generalmente confundimos el pensar con el percibir. Desde luego, hablamos 
        de la percepción psicológica, no de la sensoria. No necesito pensar para 
        percibir un sonido, o el gusto de un manjar o percibir la quemadura si 
        he tocado el fuego, etc. Pienso luego, pienso si me duele, si me gusta, 
        si me disgusta, si quiero volver a repetir la experiencia o no, y cosas 
        así. Pero la percepción de hechos que conciernen a la relación del hombre 
        con el mundo, con el universo, consigo mismo, con sus semejantes, no es 
        una percepción sensoria propiamente dicha. No obstante, si es percepción, 
        está tan exenta de pensamiento, como la otra.
         F.Z: Parece simple y lógico, ¿pero percibimos así?
         A.C: Casi nunca. Los caminos de la percepción están bloqueados. Si 
        en el otro campo, el físico, uno tiene arruinada la pituitaria, no percibe 
        los olores. Aquí, en lo psicológico, lo que bloquea la percepción pura, 
        el discernimiento directo en la realidad, es una mente cargada hasta el 
        tope de condicionamientos, los cuales implican un estado permanente e 
        ininterrumpido de opción de aceptación o rechazo con respecto a aquello 
        que supuestamente percibimos. En realidad no percibimos el hecho, sino 
        que en nuestra conciencia se forman imágenes que el hecho desencadena 
        al estimular la memoria personal y colectiva. El fuego material que toca 
        nuestra piel nos quema, porque hay contacto y el fuego tiene que quemarnos. 
        Pero el fuego de un mundo en llamas -humanamente hablando- nonos quema 
        porque no hay un verdadero contacto. Si lo hubiera, sentiríamos arder 
        todo nuestro ser, las llamas tocarían la mente y el corazón. Y cuando 
        eso ocurre, uno hace algo al respecto. No se pone a teorizar, a polemizar, 
        a fantasear, a filosofar.
         F.Z: ¿Qué es lo que hace? Perdóneme por lo que voy a decir. A través 
        de los años he conocido a muchos "Krishnamurtianos", entusiastas, jóvenes 
        y viejos. Lo más que "hacen" es hablar de Krishnamurti, pasar películas 
        de Krishnamurti, difundir a Krishnamurti... Se lo pregunto en serio, no 
        hay ironía ¿Hacen algo más?
         A.C: ¿Me incluye en la pregunta?
         F.Z: Usted sabe que no. Además, eso es obvio para quién esté leyendo 
        este diálogo. Sin entrar en detalles, ¿ellos sí sienten el ardor de las 
        llamas, perciben por contacto directo la realidad,son centros de acción?
         A.C: Ellos son seres humanos, usted y yo somos seres humanos. La enseñanza 
        de Krishnamurti concierne al ser humano. La actividad que uno pueda realizar 
        para difundir esa obra, es independiente de lo que la enseñanza pueda 
        o no generar en quienes realizan esa actividad.
         F.Z: Pero si alguien propaga algo es porque lo ha probado y sabe que 
        es bueno. Si no, ¿por qué lo hace?
         A.C: Si fuéramos a analizar aquí las muchas razones de que la gente 
        propague cosas a otros, se nos iría todo el espacio en eso, ¿Por qué hay 
        algunos -no digo todos- algunos que dedican tiempo y energías para difundir 
        a Krishnamurti sin haber percibido jamás la esencia viva de la enseñanza? 
        Esto entra dentro de ese análisis psicológico. Hay causas profundas, ciertas 
        predisposiciones innatas, opciones egocéntricas de identificación, etc., 
        etc. No nos distraigamos. Estábamos en el hacer. Usted empezó por preguntar 
        de qué hacer se trataba. Y éste es un punto importante. Ese hacer, si 
        bien se relaciona con el mundo en el sentido de que es un hecho de responsabilidad 
        humana que emerge directamente del contacto perceptivo con la realidad, 
        es un hacer en las estructuras y cimientos de la propia condición humana. 
        O sea, es una acción dentro de uno mismo como ser humano.
         F.Z: Lo primero sería, entonces, la percepción directa de la realidad.
         A.C: Lo primero y lo último. La percepción es la acción interna. La 
        verdadera percepción -insisto, ésta no es sensoria- no contiene en sí 
        a un "percibidor" que diga: "Ahora que he percibido esto, voy a encarar 
        tan acción". En ese caso hay una separación entre el percibidor y lo percibido, 
        y la cosa cae en la opción egocéntrica. ¿Quién es el percibidor sino el 
        "yo", el centro personal de la conciencia el pasado proyectándose como 
        pensamiento desde la memoria y creando la ilusoria entidad psicológica 
        que se siente separada, diferente, única, y está en permanente movimiento 
        de autoprotección? Ese es el percibidor. Desde luego, él siempre va a 
        decidir según las pautas básicas de miedo, seguridad y placer.  La acción 
        que produzca jamás podrá conspirar contra su propia existencia.
         F.Z: Osea, que el percibidor no puede querer cambiar. El cambio significaría 
        su muerte.
         A.C: ¿Se da cuenta? Usted preguntaba por qué muy pocos entienden la 
        enseñanza. Mientras la cosa se maneja a nivel verbal todo parece ir muy 
        bien, pero cuando se profundiza un poco más y se ponen en movimiento las 
        defensas psicológicas, la propia mente bloquea lo que no quiere comprender. 
        No es que le resulte difícil comprenderlo. Esa mente egocéntrica, autoprotectora, 
        acepta un Krishnamurti al que pueda incorporar a sus estructuras de seguridad, 
        y rechaza al Krishnamurti que amenaza esas estructuras. Mientras estos 
        mecanismos estén activos, es imposible el contacto con la enseñanza viva, 
        es imposible la comprensión.
         F.Z: Pero entonces es un círculo vicioso. Todos tenemos esa estructura, 
        y si la estructura bloquea la enseñanza, ¿qué es lo que puede producir 
        el desbloqueo para que la enseñanza penetre en uno?
         A.C: La sensibilidad de que habláramos. Si hay sensibilidad, hay percepción, 
        si hay percepción hay comprensión, que es acción. Los siglos, los milenios 
        de filosofía, religión, poesía, música, pintura, etc., han ido moldeando 
        - al menos ése era el sentido, ¿cuál otro si no?- la naturaleza humana 
        hacia el surgimiento de una sensibilidad capaz de romper con la estructura 
        psicológica primitiva basada en las pautas de miedo, seguridad y placer.
         F.Z: ¿Eso se hereda? Quiero decir, esa cultura de la sensibilidad, 
        ¿podía haberse convertido en un "carácter adquirido" a través de la evolución?
         A.C: No desde ese punto de vista. Pero sí como fuerza modificadora 
        de la conciencia humana. El ser humano de hoy contiene todo eso, contiene 
        en sí toda la historia humana que incluye el caudal de la cultura artística, 
        religiosa y filosófica. También contiene, es indudable, toda la violencia, 
        la ambición, el odio, las guerras, los sufrimientos, los terrores... Todo 
        está ahí. Con la sensibilidad puedo ver lo otro, puedo comprenderlo y 
        transformarlo. Eso es el conocimiento propio.
         F.Z: ¿Qué lugar ocupa entonces la enseñanza de Krishnamurti en ese 
        panorama? ¿Puede inducir sensibilidad donde no la hay?
         A.C: No. Puede sacudirla y despertarla donde no está sepultada bajo 
        los escombros de egocentrismo.
         F.Z: Esa enseñanza no es para todos, entonces.
         A.C: Es para todos. No acostumbro citar palabras de Krishnamurti, 
        pero hay un principio que recorre como un leit-motiv toda la enseñanza: 
        "Uno es el mundo, y el mundo es uno mismo". Es un principio fundamental. 
        La enseñanza es para todos, independientemente de que sean "muchos" o 
        "pocos" los que alcancen a penetrar profundamente en sus entrañas significativas. 
        El ser humano está capacitado para comprenderla a fondo y vivirla en plenitud. 
        No es cuestión de que sea accesible a Fulano, Mengano o Zutano. Si fuera 
        accesible para el nivel de cierto tipo de mentalidad, esa enseñanza no 
        sería lo que es.
         F.Z: Tienen razón, entonces, los que dicen que es para una elite muy 
        escogida.
         A.C: Categóricamente no. No existe tal elite, en ninguna parte, en 
        ningún país, en ninguna clase social, o grupo cultural o religioso o lo 
        que fuere. Si uno quiere llamar "´élite" a seres humanos sensibles, serios, 
        profundos interesados en la propia condición humana, entonces sí, es para 
        una elite. El mundo conoce muy bien las cosas que arrastran multitudes, 
        que son "para todos". La gente quiere que le den cosas, cosas satisfactorias, 
        redituables para una mente que opera sobre pautas elementales de recompensa 
        y castigo. El "premio" tiene que  estar a la vista, la gente no quiere 
        juegos sin premio. "¿Qué voy a ganar?". El esquema psicológico heredado 
        de la caverna permanece invariable en las profundidades de la conciencia: 
        "Ganar, Más, más, más". Lo heredamos al nacer, nos educan en él, el mundo 
        lo alienta a través de sus organizaciones y actividades. El mundo de los 
        desniveles sociales, del hambre, de las experiencias nucleares, de la 
        polución del aire y de los océanos, de la despiadada y vertiginosa "deshumanización". 
        Nuestra conciencia está impregnada de esto, el esquema abarca sutil y 
        perversamente toda nuestra maquinaria psicológica. Aún ante propuestas 
        de un orden por completo diferente, el modo en que las abordamos está 
        viciado por este primitivo esquema psicológico de recompensa-castigo. 
        Es comprensible, entonces, que ante Krishnamurti se planteen en la psiquis 
        ciertos cuestionamientos que más tienen que ver con el esquema subyacente 
        que con la enseñanza misma o los puntos que ésta abarca..
         F.Z: Osea, que la gente se acerca a Krishnamurti con la idea de que 
        va a ganar algo.
         A.C: Consciente o inconscientemente eso está ahí.
         F.Z: Pero entonces detrás de esa idea está la sensación de que algo 
        nos falta o se ha perdido.
         A.C: Por supuesto, siempre sentimos que "algo" nos falta. Por eso 
        perseguimos el "más". El problema es que eso que nos falta o que hemos 
        perdido, es siempre algo que reconocemos como placentero o gratificante 
        dentro del esquema recompensa-castigo. Nuestra búsqueda, tanto la material 
        como la psicológica o espiritual, se orienta siempre hacia la recompensa. 
        El problema es que la enseñanza de Krishnamurti no ofrece recompensas.
         F.Z: Yo diría que contiene la más grande de las recompensas: la mutación 
        de la conciencia.
         A.C: La mutación de la conciencia, vista y proyectada desde el estado 
        de nuestra conciencia actual, autoprotectora y adquisitiva, es el logro 
        de algo que no conocemos pero que suponemos nos va a hacer superiores 
        a los demás.
         F.Z: Vuelvo a lo de antes. Usted dice que la enseñanza no ofrece recompensas. 
        No las ofrece explícitamente, pero sugiere la promesa implícita de eso 
        que tal vez sea lo que atrae a la gente hacia Krishnamurti.
         A.C: ¡Ah! Entiendo. Sí, puede ser.
          
         CONTINUA
         
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