Revista Digital de El Quinto Hombre

MEDICINA Y BRUJERIA

                                                                       

    Dr. Manuel Zapata Olivella - Colombia


"Cuando ejercía como médico en el chocó se me presentó un paciente que tenía el vientre abultado, y se quejaba de constipación y mareos. Media hora más tarde se presentó la señora, quien me informó que su marido estaba embarazado de cinco meses. Le pedí que enviara a su marido a mi consultorio esa noche a las 12 en punto. Efectivamente, a esa hora regresó y me aseguró que le habían metido un sapo y se sentía cada vez peor, y le extrañaba que como médico no lo hubiera notado. Le receté un remedio y grande fue mi sorpresa cuando al día siguiente el paciente regresó con un sapo en la mano. Me contó que después de tomar la medicina estuvo buscando el sapo por todo el cuarto y al abrir la puerta lo encontró allí y a partir de entonces desaparecieron sus síntomas.
Este tipo de actividades culturales que despiertan risas está muy ligado a nuestras actividades cotidianas.
Por la heterogeneidad de este aquelarre que une a brujos de extrañas categorías, tal vez convenga aclarar que el método científico es un proceso cultural que apenas se inició ayer, a fines del siglo XVII. No lo conocieron los antiguos egipcios ni los griegos.
En cambio, el método empiromágico nació con el hombre. Por ejemplo, advirtió que al arrojar una piedra, de acuerdo con su tamaño y el impulso que le imprimiera, ésta trazaría trayectorias e impactos distintos. Y posteriormente su mente concibió la primera gran teoría de la gravitación universal: existe una fuerza cósmica que anima e interrelaciona todo cuerpo en movimiento. A este gran descubrimiento del empirismo mágico, el científico y el filósofo idealistamente lo llamó animismo.

De igual manera descubrió el principio de causalidad tan inconmovible hoy como en el primer día de su aplicación empírica: el rayo es el hijo de la tormenta. El choque de dos piedras produce la chispa, luego el Padre Sol es generoso permitiendo que su hijo, el hombre, se apodere de su luz para alumbrarse en las oscuras noches de la caverna.
Este grosero razonamiento permitió que la especie humana hubiera podido sobrevivir a las terribles mortandades por epidemias, a las hambrunas y a las inclemencias estacionales.

El médico y el filósofo catalán José de Letamendi podía afirmar acertadamente: después de cuatro siglos de investigación terapéutica metódica, todavía debemos más a los salvajes que a los sabios. Tal es en medicina el poder de la experiencia acumulada aunque la acumule la ignorancia.



Empirismo y Ciencia.

Analicemos, aunque sea brevemente, el pensamiento empiromágico, fundamento histórico del método científico. El hombre primoeval, para no llamarlo primitivo, nuestro antecesor el homosapiens, no estuvo en posesión del pensamiento mágico sino cuando su cerebro alcanzó la capacidad de observar, memorizar, abstraer, generalizar, idear y filosofar, accionar sin los cuales no pudo haberse dado el lenguaje.
Secuencia similar se repite millones de veces en nuestros días en el aprendizaje del habla de nuestros niños, los que no pueden articular palabras con sentido hasta tanto su mente no es apta para realizar juicios. Con esto queremos significar que las prácticas empiromágicas no aparecen con el hombre, sino que son producto y palanca de su humanización. El lenguaje es el primer instrumento de investigación empiromágico.
Con esta consanguinidad entre la magia y la ciencia queremos dilucidar un poco la confusión en muchas mentes de considerar que lo empiromágico es opuesto a la investigación científica; que la magia sólo sirva para convocar fuerzas sobrenaturales sin medir su influjo en la realidad material.

En el campo circunscripto de la medicina, al que nos limitaremos, conviene preguntarnos en qué punto los conocimientos científicos han superado los empíricos y en cuáles, pese al desarrollo inusitado de las técnicas investigativas actuales-físicas, químicas y biológicas - las concepciones mágicas son las únicas que pueden dar al hombre respuestas capaces de aliviar sus angustias frente a la muerte y cierto tipo de enfermedades, como el cáncer.

La búsqueda de interpretaciones mágicas del hombre contemporáneo, especialmente del tecnificado, se asienta precisamente en aquellos imponderables biológicos para los cuales la ciencia no tiene ni puede dar respuesta alguna. La ciencia se llena de asombro. La magia ahonda en respuestas seductoras. He aquí el dilema.



Nuestras raíces empiromágicas.

En el contexto de la cultura colombiana la medicina empiro-mágica tiene sus raíces ancestrales en las tradiciones indígenas, hispánicas y africanas.
Las prácticas médicas derivaban del supuesto mágico de que la enfermedad era una identidad material o espiritual-animal, fuerza o influjo - que invadía el cuerpo por voluntad propia o por mandato de otros entes superiores. Sin embargo, los criterios que concebían su dinámica, las razones de su presencia en el individuo o grupo, eran diferentes según las distintas culturas.
El oficio de brujo se orientaba a servir de intermediario entre la muerte y la comunidad. De acuerdo con el resultado de su diagnóstico, sólo posible por el conocimiento que el hechicero tuviera del lenguaje de los astros, animales y vientos. Pero en la práctica concreta, la eficacia en la cura dependía del empirismo del brujo. Conocimiento de botánica, sahumerios, fórmulas mágicas, destreza en el canto y la danza, habilidad en la preservación de los intereses del grupo y en el conocimiento de las leyes de la Naturaleza.
En la participación como intermediario, el brujo nunca expone su propia eficacia. Si el enfermo cura o muere, pone buen cuidado en atribuir los resultados a la enfermedad, la muerte, o el espíritu superior que las envía.



La Medicina Indígena.

En el pensamiento empírico mágico de los indígenas colombianos las ideas sobre la enfermedad y la muerte varían según el origen cultural del grupo. Los Kogi de la Sierra Nevada, mestizos Chibcharawak, estiman la enfermedad y la muerte como castigo del mal comportamiento social.
Según Reichel Dolmatoff, para los Kogi todas las enfermedades se clasifican según cuatro colores: blanco, rojo, negro y azul. Sólo enfermedades de colores claros como blanco y rojo se creen curables. Los Kogi creen que los blancos clasifican las enfermedades del mismo modo, ya que han oído hablar de la fiebre amarilla y del curso rojo.
Parece ser que entre los Arhuacos, de la misma Sierra Nevada, existe distinto criterio ante la enfermedad y la muerte. Según Vinalesa, su presencia siempre fue acogida con beneplácito por los familiares y amigos, demostrando su contento con grandes comilonas y libaciones de bebidas alcohólicas destiladas y fermentadas. Al llegar la agonía el moribundo es sacado fuera de la casa para impedir que el espíritu malo persista en la vivienda y anide en otros familiares.
Los Motilones de la familia Caribe atribuyen la enfermedad y la muerte a prácticas hechiceras.
Los Paeces, de substrato Chibcha, tienen varias teorías sobre la enfermedad y la muerte, atribuyéndolas, según sus síntomas, a embrujos o espíritus sobrenaturales: el Arco Iris y el Echi.
Sus parientes, los Guambianos, una vez muerto el enfermo encomiendan al brujo el exorcismo de la vivienda.
Los Achaguas, también de parentesco Chibcha, consideran que ciertos embrujos, como colocar los cabellos de la víctima en vasijas con chicha, pueden ocasionar la muerte.
Entre las comunidades Quillas o Quilliaingas de Nariño, emparentadas con la familia quecha, la enfermedad es producida por animales que invaden el cuerpo de quienes desobedecen los tabúes del grupo.
Para los Guajiros, el núcleo más numeroso y compacto de los descendientes arawak que entraron en contacto con el descubridor, la enfermedad es ocasionada por espíritus inmateriales.
Entre los Waunana, del Chicó, de filiación Kuna, las enfermedades son ocasionadas por espíritus o "hais" que conforman la propia naturaleza del individuo.



Hipótesis mágicas y comprobación científica.

Sea cual fuere la concepción mágica, lo importante es destacar que la enfermedad y la muerte son consideradas como espíritus invasores, ajenos al propio cuerpo.
Los brujos americanos desde la más remota antigüedad, no estaban equivocados. Su capacidad de observación y su inventiva fabuladora les habían permitido penetrar en la esencia misma del misterio de la enfermedad.
La intuición empírica de los Wauanana es mucho más asombrosa: en la idea de que el propio individuo posee los espíritus o "hais" capaces de controlar las enfermedades exteriores e interiores, encontramos expuestos los fundamentos de la teoría científica de los anticuerpos. Antes de que Jenner, Pasteur y Lister asombraran al mundo con sus vacunas, los jaivanás del Chicó presentían el mecanismo defensivo de los humores sanguíneos y el contagio de las enfermedades infecciosas.
Las prácticas botánicas y especialmente la utilización del veneno como agente mortal, propio de los Caribes, son reveladoras de un profundo conocimiento de la dinámica de los fármacos y de la circulación sanguínea.
La extracción de los principios venenosos activos de vegetales o paralizantes fueron contribuciones indiscutibles a la farmacodinámica y la bioquímica precientíficas.
En el dilatado horizonte de la botánica, nacidos en mundos selváticos, los brujos caribes llegaron al conocimiento empírico que los hacen igualmente precursores de la quimioterapia moderna.
La arqueología y la etnohistoria han ido penetrando paulatinamente en las técnicas quirúrgicas empleadas por nuestros cirujanos brujos.
Los fósiles y muestras de cerámica arcaicas encontrados en las sepulturas han revelado prácticas quirúrgicas asombrosas de las que podrían jactarse un cirujano hoy en día: trepanaciones craneanas, suturas, cesáreas, correcciones de fracturas, etc. Si a este acervo botánico y médico agregamos los aportes dados por nuestras culturas indígenas a la alimentación universal (papa, maíz, yuca, cacao, tomate, etc.) debemos acoger las afirmaciones del sabio catalán, pero con cierta reticencia, la de que el valor del conocimiento empírico haya sido enriquecido, "pese a su ignorancia".



La magia protectiva africana.

El significado de la magia protectiva africana en Colombia y demás países americanos a donde confluyeron esclavos negros, no puede sustraerse de algunos fenómenos culturales en que está naturalmente inmersa:
Conforma un todo indisoluble con las supervivencias mágicas de las religiones africanas transculturadas a la América.
Al tratar de proteger en forma primordial la vida de los esclavos, constantemente amenazada por las condiciones infrahumanas de existencia, se hizo protectiva del grupo y destructiva contra el amo o sus intermediarios.
La magia africana en América, desarraigada de su medio natural, decapitada de sus formas y hechiceros tradicionales, debió recrear nuevas prácticas, influjos y logros, consecuente con las nuevas realidades americanas.
Encontrándose el negro en un ambiente cultural hostil por parte del europeo e imposibilitado de aprovechar su botánica tradicional, debió apoderarse de la indígena, asimilándola a sus propias prácticas mágicas.

El mayor obstáculo que encuentra el científico para comprender la dinámica del pensamiento mágico africano en nuestros medios, es la consideración a priori de que en su conjunto sus prácticas pertenecen a la "magia negra" destructiva. Es la visión deformadora heredada del negrero y de los misioneros cristianos.
Pero esto no implica que toda práctica mágica africana sea necesariamente destructiva. Y esto no ha podido suceder, porque el pensamiento mágico africano forma parte de un todo cultural eminentemente religioso.
En América, pues, el negro antes de lanzar hechicerías a la topa toronda, tuvo una tarea primordial que realizó plenamente: adapta su pensamiento al nuevo mundo, involucrando en concepción mágico-religiosa a sus ancestros, a la América, al blanco, al aborigen, a sus descendientes mulatos y zambos, en un solo contexto cósmico.
Dentro de este gran crisol, la magia protectiva, médica, jugó el papel de agente catalizador.
El brujo de origen africano ha perdido sus vínculos con el contexto religioso de sus culturas ancestrales, pero en la praxis cotidiana, asume actitudes típicas de su pasado cultural, a través de los cuales, lúcida o inconscientemente, lo relaciona con influjos del culto a los muertos.

El Quinto Hombre