Revista Digital de El Quinto Hombre

BUDISMO ZEN: UNA FILOSOFIA TRASCENDENTE

 

Por Carlos Alberto Di Rosa - Argentina



Según cuenta la tradición, el Zen tuvo sus orígenes en el mismo momento en que Siddharta Gautama, el Buda, alcanzó la iluminación. Luego se fue trasmitiendo a través de sucesivos Patriarcas en forma directa, o sea, sin que mediare ningún tipo de escritura o enseñanza doctrinaria, incluso esta filosofía sólo era trasmitida a aquellas personas que estaban preparadas para ver la Verdad, de modo que puedan captar el mensaje de su maestro sin confundir sus palabras con la Verdad misma.

Debido a que el Zen tiene sus raíces en el Budismo, es conveniente dar una breve explicación sobre la doctrina del Buda, para su mejor comprensión. Dicha doctrina dice que en la vida el hombre sufre y padece dolores de todo tipo continuamente, no porque la vida en sí misma sea sufrimiento sino porque el hombre la hace así con su modo de vivir, y la causa de este sufrir es el deseo, ya que el hombre se aferra a las cosas que lo rodean, las cuales son cambiantes y perecederas. Todo esto es consecuencia de la identificación del Hombre con su persona que no es más que una proyección de ilusión. Trataré de aclarar un tanto más, esto último. Para el Budismo, como para toda filosofía oriental, el Hombre es algo más que un cuerpo físico-energético, que sus emociones e incluso su propia mente, tal conjunto de elementos constituye su personalidad y son sólo vehículos que el verdadero hombre, es decir el Espíritu utiliza para desenvolverse en este plano dimensional.

El Buda enseñó que el Hombre debe descorrer el velo de ilusión que le oculta la verdad y conociendo su verdadera naturaleza interior, unir su Yo con el Yo de todas las cosas, es decir, eliminar de su conciencia la idea de separatividad y ser uno con los demás, esto llevaría al Hombre al estado de Nirvana que sería el final del sufrimiento y el egoísmo, es un estado de conciencia imposible de describir con palabras y menos aún de comprenderlo intelectualmente, sería la identificación del Hombre con su verdadera esencia, su naturaleza divina.

El Budismo fue dividido por los discípulos del Buda en dos ramas principales, la Mahayana (El Gran Vehículo de la Ley) y la Hinayana (El Vehículo Menor). El Budismo Mahayana está escrito en Sánscrito y se compone principalmente de tratados metafísicos, mientras que el segundo acepta únicamente la versión Pali, cuyas enseñanzas son predominantemente éticas.

La diferencia fundamental entre el Mahayana y el Hinayana radica en la interpretación que dan ambas doctrinas al silencio del Vida ante la pregunta, ¿Qué es el Yo?. Como el Buda niega la existencia de cualquier "naturaleza de sí mismo" en la persona, el Hinayana da una falsa interpretación de esto último considerando que no hay Yo en absoluto, o sea que todas las cosas no tienen en esencia existencia real. En cambio el Mahayana, si bien no acepta la idea de Yo en cada cosa particular, la encuentra en la totalidad de las cosas, es decir, renuncia al yo personal para advertir el Yo universal, porque considera que el verdadero Yo "no es esa persona llamada Yo diferenciada de otra persona llamada Usted, sino que ambos y todas las cosas incluidas son uno en esencia.

De esto se desprende que para el Hinayanista el grado más elevado del hombre sería simplemente alcanzar el Nirvana, llamando a dicho hombre Arhan que se diferencia del Boddhisattva, el hombre ideal de la filosofía Mahayana, que no se conforma con lograr el Nirvana, porque siendo él, uno con los demás, no puede gozar de la Suprema Paz mientras haya un solo ser que no esté iluminado, por lo tanto una vez alcanzado el Nirvana, renuncia a ello, para ayudar a todo ser viviente a alcanzar la iluminación. El Boddhisattva sería para Kayserling aquel que "dice sí a la palabra más vil, porque sabe que él es uno con ella. Despojado de sí mismo, siente que su cimiento está en Dios aunque su superficie está, sin embargo, entretejida con toda cosa que existe. Es por eso que debe amar a todos los seres como se ama a sí mismo; es por eso que no puede hallar descanso hasta que todos perciban la presencia de la divinidad en todas las cosas".

El principal problema de esta interpretación del Yo reside en que si todas las cosas son Uno, si no hay sino un Yo, ¿por qué los hombres imaginan que hay muchos yoes?. El Budismo Mahayana explica esto, basado en el poder ilusorio de la mente. Según esta doctrina, la Mente no se conocía a sí misma, por lo tanto con el fin de conocer su propia naturaleza, se proyectó de diversas formas. La mayor dificultad que tiene el hombre para alcanzar la iluminación es precisamente porque busca su naturaleza en una de estas formas sin tomar conciencia que éstas son en realidad emanaciones de la Mente Universal.

Esta explicación parece un tanto complicada y suele prestarse a confusión, ya que si lo Uno, a fin de tomar conciencia se convierte en Muchos, y estos a su vez, para alcanzar el mismo objetivo, se vuelven una vez más lo Uno, si el estado de ser Uno, es el Nirvana y el estado de ser los Muchos son el Samsara, resultaría en apariencia que estos dos estados no serían sino dos aspectos de una misma ignorancia.

En realidad esto que aparentemente resultaría ser un problema sin solución no lo es, porque el Uno sigue siendo Uno aunque se manifieste en diversas formas, todo es cuestión de tomar conciencia de ello. Es decir, el Uno en ningún momento se "convierte" en los Muchos, sino que al manifestarse de diversas formas, olvida su propia naturaleza identificándose con una de ellas.

Esto suele ser un problema son solución en cuanto nos atemos a las palabras para definir dicha situación. Nunca llegaremos a conocer la verdadera naturaleza del Yo mediante la comprensión intelectual. A esta conclusión llegaron los maestros Zen, de ahí que se los caracteriza por dar la respuesta más absurda a la pregunta más profunda, por eso mismo, "cuando se le preguntó - dice Alan Watts - al maestro Tung-Shan: ¿Qué es el Buda? El contestó: Tres libras de lino". Toda la técnica del Zen se reduce a quebrar las barreras del intelecto, como única manera de que los hombres puedan alcanzar la iluminación.

El Zen aparece por primera vez en China con la llegada del Boddhidharma, de quien nada se sabe y no dejó ninguna enseñanza ni mensaje específico aparentemente, nunca respondía en forma inteligible, quizá quería evitar, con eso, que sus discípulos al pretender captar la verdad con palabras y definiciones metafísicas dejaran de lado la verdad misma. Luego de su muerte, el Boddhidharma fue sucedido por una serie de cinco Patriarcas Zen y a partir del sexto Patriarca, Hui Neng, el Zen perdió su carácter indo, transformado por la mentalidad China. Su gran aporte al Zen fue su método de comprensión repentina. Mientras algunos consideraban necesario llegar a una comprensión gradual del Budismo mediante un paciente estudio de las enseñanzas doctrinarias y realizando acciones dignas, Hui Neng pensaba que este método tendía a un cierto intelectualismo y que mientras nos esforzáramos en estudiar los secretos de la vida, la vida misma se nos escaparía de las manos, porque en ella todo es movimiento y cambio. Con la muerte de Hui Neng se terminó con la práctica de designar Patriarcas.

Hacia el fin de la Dinastía Sung comenzó a surgir otra forma de Budismo. Fue el culto de Amitabha, el cual al decir de Alan Watts era "el gran Buddha que había prometido solemnemente salvar a todos los seres y llevarlos finalmente al Nirvana". De ahí en adelante el Budismo se dividió en dos escuelas principales, la de aquellos que confiaban en sus propios esfuerzos para el logro de la Sabiduría, dentro de la cual se encuentra el Zen, y la de aquellos que confiaban en la compasión de los Boddhisattvas.

Los maestros Zen, como se ha dicho anteriormente, nunca dieron respuestas coherentes a sus discípulos para evitar que éstos se esforzaran en descubrir la verdad en sus enseñanzas, porque para el Zen, la Verdad es la vida misma y al tratar de definirla se perdería el verdadero sentido que ella encierra. Un ejemplo claro sería el de un filósofo que se aísla del mundo para reflexionar sobre los misterios de la vida y se pasa toda su vida pensando sobre ello, abstrayéndose de todo lo que lo rodea, el resultado sería que aquel filósofo no haga más que filosofar, valga la redundancia, sobre la vida en vez de vivir y conocerla a través del contacto directo con ella. Sería muy absurdo que alguien intentara definir el sabor de alguna bebida sin antes beberla y una vez que la ha bebido, ¿qué sentido tendría definir su sabor?.

Los maestros Zen advirtieron que para comprender la vida no se debe definirla sino moverse con ella sin detener su flujo, del mismo modo que la verdad debe buscarse en uno mismo y no en las Sagradas Escrituras, ya que los maestros Zen las comparaban con un dedo que apunta a la Luna y suele confundirse la Luna con el dedo.

Todas las religiones han predicado a favor de la pobreza y abandono de los bienes materiales por considerar a éstos un obstáculo para el progreso espiritual, pero el Zen va todavía más lejos ya que no se refiere solamente a la pobreza en cuanto a lo físico sino además y fundamentalmente a la pobreza en cuanto a lo psíquico, por cuanto el hombre al concebir una idea se sujeta a ella y no ve más allá de lo que ella le impone, en síntesis es esclavo de su propia idea, por lo tanto debe desapegarse de toda ideología y deseo intelectual y material para poder evitar aferrarse a ellas, sino vivir tan sólo "al lado" de las cosas y aceptarlas tal como son sin pretender ser dueños de ellas. Tal es el ideal Budista fundamental de no apego, o el ideal Taoísta de Wu-Wei.

Ahora bien, si las cosas deben aceptarse tal como son, se suele caer en la falta de interpretación de que esto significa aceptar también el mal, nada tan erróneo como falso, ya que el mal es fruto del deseo y del temor, consecuencias de la ignorancia, por lo tanto  el sabio que nada desea y a nada teme, en ningún momento tendrá lugar en él el mal, ni el mal podrá afectarle. Esto se logra con una rígida autodisciplina, insistencia ésta que se encuentra tanto en el Budismo como en el Confucianismo.

El Zen se diferencia de otras religiones y cultos en cuanto a sus métodos, esto tiene como resultado, que el Zen, al contrario de lo que sucede con muchos cultos, después de más de 1.400 años no ha perdido su esencia ni haya degenerado en un mero filosofismo. El fin último del Zen es una experiencia espiritual conocida como Satori, algo así como el Nirvana de los budistas, en la cual, el hombre que haya logrado alcanzarla no abriga ninguna duda referente a su realización, por cuanto si queda alguna incertidumbre, el Satori es parcial, esta incertidumbre implicaría el deseo de aferrarse a esa experiencia por temor a perderla y esta actitud hace que el hombre quede sujeto a esa idea escapándosele la experiencia. Viene a ser algo así como pretender atrapar el humo con las manos, lo único que se conseguiría es mantener los puños cerrados, pero el humo no puede quedar atrapado y la experiencia queda destruida por su propio deseo de obtenerla.

Los primeros maestros elaboraron un medio para trasmitir sus enseñanzas, medio que de ser bien utilizado no tiene otro resultado que la realización de esa experiencia espiritual, el Satori. Este medio es conocido con el nombre de Koan. El Koan es un problema que no admite solución intelectual porque va más allá de lo que el intelecto puede afirmar o negar. Un típico Koan se ve en el ejemplo siguiente: "Hace mucho tiempo un hombre guardaba un ganso dentro una botella. Creció tanto que ya no podía salir más de la botella. El hombre no quería romper la botella no lastimar al ganso: ¿cómo podía sacarlo?". En este Koan el ganso representa al hombre y la botella a su circunstancia, no debe abandonar el mundo para así liberarse de él ni tampoco dejarse apretar por éste. Ante este dilema se encuentra el discípulo Zen debiendo tratar de encontrar la salida, y en el momento que la encuentra le llega el relámpago del Satori, el ganso queda libre y la botella no sufrió ningún daño, el discípulo se liberó de las ligaduras de su prisión imaginaria.

El propósito de los maestros, al someter a un discípulo a un Koan es que éste se introduzca en el Koan, que jamás se olvide de él, esto requiere un esfuerzo mental sorprendente. Al principio el discípulo tratará de encarar el problema en forma intelectual, dando una y otra respuesta que son reprobadas por el maestro, hasta que el discípulo advierte que toda solución por vía del intelecto es inútil y toda actividad mental es agotada, esta situación del discípulo se asemeja como dice Alan Watts a "un hombre que ha llegado al borde de un precipicio tratando de escapar de un incendio devastador". El discípulo es apremiado por esta circunstancia y cuanto más se aferra al Koan, más se le escapa la solución. Ciando el discípulo descarta la idea de aferrarse a la vida es cuando verdaderamente comienza a vivir, cuando deja de desear la solución, el Koan no tiene sentido y se desvanece por la sola voluntad del discípulo.

El discípulo al tratar de dar solución a un Koan debe tener la mente fija en él sin distraerla ni por un instante; en ese momento el discípulo tiene un solo obstáculo que atravesar para lograr el Satori, esta concentración de la mente se consigue mediante la práctica de Za-zen, que es una técnica de meditación consistente en liberar a la mente de pensar en el cuerpo y dirigir toda su atención a una sola tarea. Tanto el Koan como el Za-zun no tienen como objetivo llevar a la mente a un estado de trance y aislarla de toda idea, sino que por ese medio se quiere lograr esa experiencia espiritual que conducirá al discípulo al Satori.

Los monjes Zen, así como los monjes budistas, formaron comunidades. Lo primero que efectuó el Buda después de su iluminación fue fundar su Orden de mendicantes sin hogar; con el tiempo, después de la muerte de Siddharta Gautama, estos mendicantes se juntaron en comunidades monásticas cuya tarea principal era enseñar la doctrina del Vida, recibiendo en cambio los medios para subsistir. El tiempo siguió su curso y lo que antes eran harapos desechados se convirtieron en suntuosos trajes de seda, sumiéndose, tales comunidades Zen, pues éstas no se limitaban a una mera actividad contemplativa y extraterrena sino que la vida Zen estaba en estrecho contacto con las tareas corrientes del mundo. De esa manera trabajaban la tierra, cultivando arroz y otros cereales para satisfacer sus propias necesidades y consideraban que cualquier trabajo tenía el mismo valor, ya que desde el punto de vista de la naturaleza del Buda, ninguna actividad era más santa o religiosa que otra.

La vida de la comunidad se centra alrededor del Salón de Meditación donde los iniciados practican su Za-zen, guardan sus escasas pertenencias y duermen por la noche. La meditación se realiza en un período de tres horas intercalándose momentos de descanso, que no son tales, sino ejercicios físicos para descansar la mente, y consisten en caminar a lo largo del salón.

Al llegar la hora de comer, abandonan el salón y se dirigen al comedor, donde las comidas están acompañadas de una ceremonia especial que comienza con la recitación de un sutra corto, luego le siguen "Cinco Meditaciones sobre el Comer".

Dos veces por día el maestro del monasterio se entrevista con los monjes para ver como adelantan con sus Koans y darles instrucción personal. A veces cuando se rememora algún acontecimiento importante en la vida del Buda, el maestro da una instrucción más formal que el Za-zen, esta es el Teisho, discurso sobre el significado de un texto Zen o bien puede suceder que el maestro de un "sermón" Zen. Después del discurso los monjes recitan los "Cuatro Grandes Votos" antes de regresar al Salón de Meditación:

Por innumerables que sean los seres sensibles prometo salvarlos; por inagotables que sean las pasiones prometo extinguirlas; por inconmensurables que sean los Dharmas prometo estudiarlos; por incomparable que sea la verdad de Buddha prometo lograrla.

Es conveniente aclarar que ningún monje tiene la intención de quedarse en el monasterio, una vez graduado como maestro puede hacerse cargo de otra comunidad o convertirse en "maestro errante de la ley".

Se ha acusado a los maestros orientales de egoístas y de reservar sus grandes secretos para sí, esto es así porque los maestros cuidan mucho la elección de sus discípulos porque consideran que no todos están capacitados (espiritualmente) para ver la Verdad, ellos consideran a la Sabiduría como el más preciado tesoro, el conocimiento es poder, por esa razón debe cuidarse a quien se da tal conocimiento y ver si tal discípulo no va a ser uso de ese conocimiento para tener dominio sobre los demás. Por lo tanto los efectos del Zen son hallados en la vida y en la obra de ciertos individuos y de pequeños grupos de gente, pues en Oriente se interesan por la iluminación de unos pocos individuos y no por la sociedad como un todo.

La influencia del Zen en el lejano Oriente se manifiesta en sus actividades artísticas, fue el Zen "el que produjo la poética y extraterrena característica de la ceremonia del té, el arte de la jardinería hecha paisaje", la técnica del jiu-jitsu y el kenjutsu, los severos principios del Bishido, código de caballerosidad del samurai, etc.

Finalmente se puede decir que el Zen no es una religión o una filosofía determinada, sino un camino de realización, pero todo aquello que puede decirse sobre el Zen no es el Zen mismo, el Zen escapa a toda definición y así como la vida o el viento es imposible aferrarlo, el Zen es la vida misma que brota del espíritu del hombre, de aquel hombre que pugna por una evolución constante, el hombre que lucha constantemente contra sus propias limitaciones, sus propias pasiones, y tiene como única meta la liberación espiritual. Aquel que comprende el Zen trata de explicarlo de algún modo u otro, pero aquel que vive el Zen, no necesita ninguna explicación y sólo se limita a vivirlo.

BIBLIOGRAFIA:
El Espíritu del Zen (I yII) - Alan Watts - Ed. Dédalo, Bs. As.

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