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Revista Digital de El Quinto Hombre
INVESTIGACION DE VIDAS PASADAS -
LOS GRANDES MAESTROS. EL ENCUENTRO CON LOS ARQUETIPOS (Pauta
de comportamiento n° 21)
Las
menciones del encuentro con los Maestros,
tan reiteradas, pertenecen a los paradigmas
culturales de cada persona. Las figuras de Moisés, Abraham, Buda, Krishna, Jesús, El Bab, son los arquetipos que muy bien nos indica el
Dr. Carl Gustav Jung.
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por Fabio Zerpa |
Jung era el que decía: "Las
enfermedades de nuestra época son el racionalismo y la lógica; se generan
en las doctrinas que pretenden tener todas las respuestas. Pero sé que
se descubrirán en el futuro, muchas cosas que nuestra limitada visión
actual ha dado por imposibles. Nuestros conceptos del espacio y el tiempo
tienen sólo una validez aproximada". Esto se parece mucho, a la realidad
que estamos viviendo en este siglo XXI, recuerden la trilogía Einstein-
Planck- Jung, de la que ya hablamos.
Cuando los sujetos sofronizados
nos cuentan la vida entrevidas
o el bardo, como dicen los esotéricos, aparecen figuras, muchas sin
tener caras ni cuerpos, que son esos seres o entidades que aceptamos
como paradigmas.
Los testigos, en aquel mundo
sin espacio y sin tiempo, ven toda clase de formas, de significados, que
de alguna manera tienen que descodificar y traducir para poder aceptar
su situación bardal, y poder así comunicar su existencia. Los sofrólogos
ayudan a "ver" esos símbolos, casi todos universales (algunos pocos,
personales), que están en el inconciente y que Jung los ubicó en el inconciente
colectivo.
El gran psiquiatra decía:
"Solo sabiendo que lo que verdaderamente
importa es el infinito, podemos evitar el interesarnos en trivialidades".
¡Gran verdad! En los arquetipos, en los símbolos, está realmente lo trascendente; y
lo saben muy bine, intuitiva y ancestralmente, las culturas, mal llamadas
primitivas, de los aborígenes americanos, que hemos estudiado exhaustivamente.
Todas nuestras vidas anteriores,
como las vidas intermedias o los bardos vividos, forman parte del infinito.
El saber y experimentar que la
muerte no existe, que es sólo una transición, que somos eternos
dentro de esa infinitud, hace que la inmortalidad
inconciente, que podemos hacer conciente, sea la idea portadora que nos
lleva a la superación personal.
Ahora sabemos que están los
guías, el tribunal de justicia,
la planificación, la evolución espiritual, a través del sendero de varias
vidas vividas que nos permite saber y conocer la verdad.
Quiero hablar de un arquetipo
con el cual nos hemos encontrado en muchas sofrosis y que está presente
en todas las tradiciones místicas, filosóficas, metafísicas y religiosas:
el Tribunal del Juicio.
Los símbolos y la naturaleza
de ese juicio difieren según las distintas culturas y filosofías, pero
el propósito siempre es el mismo: sopesar las actitudes del alma y planificar el futuro de ella.
Por supuesto, el temor a ese
juicio es generalizado, porque evidentemente nos consideramos imperfectos
(lo que es verdad) y "sabemos" o "sentimos" nuestros malos procederes.
Según los testigos, aparecen
tres, cuatro o hasta siete ancianos sabios, percibidos en formas totalmente
distintas, según las diferentes concepciones. Aparecen también las mesas
redondas o rectangulares, a las que están sentados esos jueces en una
habitación siempre amplia, donde se producirá el juzgamiento. Las ropas
son generalmente sueltas, tipo túnicas.
Esos juzgadores están muy
avanzados espiritualmente y han completado el ciclo de reencarnaciones.
Están sentados "a la diestra del
señor Padre", como expresan todas las religiones de nuestro mundo
físico.
Ellos saben, conocen, tienen
profunda sabiduría. "Me sentí muy
bien con ellos, como un jovencito frente a sus papás"; "tenía una gran
paz y sabía que ellos me ayudarían"; "me estaban esperando sonrientes".
Estas son algunas de las frases que escuchamos.
El papel que tienen estos
jueces parece ser bien claro: ayudar
a evaluar la vida que acaba de terminar y hacer recomendaciones sobre
la vida futura. No hay imperiosidad ni castigo, sólo análisis, búsqueda
de los errores para cambiarlos, mucha dulzura y, fundamentalmente, mucha
protección.
El momento del juicio, por
lo que nos indican los sofronizados, es el momento más difícil en la vida
entrevidas, ya que las confesiones de los errores y culpas llevan a manifestaciones
de angustia y lágrimas, muy sentidas, porque están vividas de verdad y
en forma directa. Sabemos que en nuestra vida social los errores pueden
reprimirse, esconderse y racionalizarse. Pero ante el tribunal surgen
muy puros, muy exactos, muy verdaderos.
Además, la culpa ya no tiene
remedio, nos hemos muerto físicamente, la puerta se cerró, ya no hay nada
que hacer, la culpa es directa
y sin ambages. Pero los jueces apaciguan, comprenden, tienen la energía
para restaurar lo que supuestamente ya no se restaura.
Ante el Tribunal, se
hace una gran revista de los hechos más importantes. Fundamentalmente,
la memoria inconciente, que no olvida nada, le hace recordar al alma cosas
olvidadas por la memoria conciente.
Para significarles lo que
realmente se vive y se hace ante el Tribunal del Bardo, los testigos ven
toda la película de su vida, en pantalla panorámica y en colores, sintetizada
en los momentos importantes, es la gran película de su autoanálisis.
Vista la película, los grandes
jueces ayudan al alma a entender con gran
objetividad las acciones, muchas veces comparando esa vida con otras
anteriores del mismo protagonista. Y lo que es fundamental, muchos
testigos nos informan que ese conocimiento de sí mismo experimentado en
la "gran revisión" habilita al alma para tomar decisiones en la vida futura.
De ahí surge la gran opción
de elegir nuestros padres, el sitio de la nueva vida y los acontecimientos
futuros.
Ya hablamos de la MEC grupal
o las grupales, en las cuales nos perfeccionamos cumpliendo distintos
roles.
Es importante destacar que
en muchos casos, sobre todo de vidas espirituales menos desarrolladas,
estos planes no se elaboran tan específicamente. Pero siempre los maestros inducen al cambio para el ascenso.
Los guías y los maestros pareciera que detallan con más precisión los
hechos de su futura vida a los menos desarrollados, como si necesitaran
una ayuda mayor.
Tenemos la impresión que los
que han hecho planes para la vida futura, y en algunos casos, para varias
vidas futuras, están firmemente decididos a evolucionar espiritualmente.
Hay un paradigma o símbolo,
que nos emociona cuando aparece y nos pone la piel de gallina, así como
hace que el testigo trasunte una alegría realmente sorprendente. Difícil
de narrar con palabras; trataremos de hacerlo, a pesar de todo.
Ese paradigma es Cristo; su aparición es de un sentimiento tan profundo, que el encuentro
con El evidentemente es lo máximo para quién, estando en el limbo o bardo,
hace que el regreso a la conciencia de todos los días se produzca un cambio notable en la vida actual; tenemos
innumerables ejemplos que esto es así.
Cuando el testigo sale de
la sofrosis, se queda un rato muy largo en la camilla, le cuesta levantarse,
y producida la incorporación, expresa mil manifestaciones que hacen vibrar
al sofrólogo; muchas veces se produce el abrazo junto a las lágrimas de
alegría y satisfacción
¡Qué maravilloso es! ¡Qué
paz se tiene! ¡Es mejor de lo que me lo había imaginado! ¡Nada es igual
a Él! Y muchas frases más que tenemos en la estadística de tantas y tantas
consultas a lo largo de muchos años.
En verdad, la compensación
que ofrecen estas vivencias de sofrólogo y testigo, son de un recuerdo
imborrable, imperecedero y total.
Fundamentalmente, el testigo cambia, tiene otro tipo de actitudes en la
vida de todos los días; es otro; estuvo allá y lo vio a El.
Gracias por estar.
El Quinto Hombre
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