Revista Digital de El Quinto Hombre

FORTALECIMIENTO DE LA FE


                                                                          Cortesía de la Embajada de
Indonesia en Buenos Aires 


"Os esta prescripto el ayuno, tal como fue prescripto a vuestros antepasados, para que le temáis" (Sagrado Corán).

EL RAMADAN es el mes de las gracias divinas, dedicado exclusivamente a la purificación espiritual y moral de los musulmanes. Durante 30 días consecutivos millones de seres humanos diseminados en los más remotos rincones del mundo observan este mes sagrado absteniéndose de alimentos y bebidas desde el amanecer hasta la puesta del sol. Este mes tiene especial significado para los musulmanes. Si bien el Islam rechaza las tendencias ascéticas y lo sublime en el hombre, insiste, por otra parte, en que no debe negarse lo carnal. Con igual énfasis insiste en que los instintos animales, aunque perfectamente legítimos, no debe tener tanta importancia como para anular los elementos espirituales y más puros del ser humano. De ahí que todos los años se practique esta rigurosa disciplina a fin de mantener en el hombre la consciencia de que es un ser noble, del más elevado nivel, la más fina flor de la creación de Dios, y su representante en la tierra, capaz, por lo tanto, de dominar sus instintos animales. Esta bien claro que a menos que esta consciencia este arraigada fuertemente en la mente del hombre y hecha carne en él, este mundo nuestro seguirá siendo un campo de batalla de la lucha por más pan, más comodidades, lujos, placeres y gozos.

Según el Sagrado Corán, el objetivo fundamental del ayuno es el cultivo de los atributos de la "Taqwa", una de las palabras claves de la terminología del Libro Sagrado. Equivale a esa actitud de piedad en el contacto humano que surge del temor del hombre por su Dios. El cultivo de esa actitud el es objetivo básico del Islamismo. Dice el Corán que desde tiempos inmemoriales los mensajes de Dios han llamado hacia la "Taqwa". La razón es que a diferencia de ideologías de nuestra época, el islamismo no se contenta con la mera institucionalización de la reforma de la sociedad. Al mismo tiempo que desea la creación de una sociedad sana y virtuosa, el Islam nunca pierde de vista el hecho de que la reforma moral de los individuos es el sine qua non para el logro de esta meta.

Ningún edificio puede resultar sólido y durable a menos que los ladrillos empleados en su construcción sean de buena calidad. A menos que surjan hombres que puedan superar las efímeras tentaciones mundanas no se estaría lejos de la ilusión de que pueda establecerse un buen orden social.

El cultivo de estos atributos morales, esenciales para el establecimiento de un orden sano según lo contempla el islamismo, requiere de un poderoso incentivo dentro del hambre mismo.

El incentivo solo puede proporcionarlo una simple fe en Dios ante quien han de someterse todos los hechos de la vida de los seres humanos. En los anales de la historia de la humanidad esta fe a demostrado ser el más poderoso factor disuasivo de caer en el mal. Es la fe la que ha librado su espíritu de las ataduras con lo material y carnal y que lo ha puesto sobre los cálculos de beneficios y daños mundanos y colocado a los seres humanos en un alto pedestal de moralidad. Mucho es lo que hace el Ramadán para fortalecer esta fe y convertirla en una fuerza vital en la vida psicológica de los hombres y formar el carácter humano sobre sólidos cimientos.

El Ramadán se presenta con su promesa de reforzar la fe y despertar la consciencia divina en el hombre capacitándolo a modelar su vida sobre los cimientos de la virtud y la misericordia. Una serie de dichos del Santo Profeta (la paz sea con él) no deja dudas acerca del hecho de que todos los actos de devoción son fútiles a menos que tiendan a fortalecer los cimientos de la moralidad.

Acerca de las Sallah (término traducido por lo general como plegarias), el Sagrado Corán ha observado que detienen al hombre de caer en la inmodestia y la malignidad. Por lo tanto, ha de analizarse si todas sus plegarias y el ayuno producen el fin deseado y hasta donde llega su alcance. Si una persona percibe que no adelanta en el camino hacia el "Taqwa" y la abstinencia del mal, debe estar segura de que algo falta en el ejercicio de sus plegarias y ayuno, los que en consecuencia debe rectificar. En cuanto al ayuno, el Santo Profeta (que la paz sea con él) ha puntualizado que si a pesar de ayunar, un musulmán no se apara del mal, no hace sino engañarse. "Aquellos que abandonan el hábito de mentir y caer en la falsedad han de saber que Dios no desea prohibirles su alimento y bebida" con lo cual quiere significarse que esas personas no se beneficiarán de sus ayunos; solamente sufren la penitencia del hambre y de la sed.

Es preciso descubrir hasta donde este mes de religiosidad ayuda a mejorar la condición moral de los musulmanes, reavivando su conciencia moral, inculcando el amor y el temor a Dios y el espíritu de bondad, simpatía y benevolencia hacia nuestros semejantes. También es preciso examinar y verificar si el Ramadán ha servido de inspiración para modelar en nosotros mejores seres humanos.            

El Quinto Hombre