Revista Digital de El Quinto Hombre

LOS CODICES MEXICANOS. EL FUEGO CONTRA LA HISTORIA

Por la Lic. Mónica Liliana Plataneo


La perfección alcanzada por las civilizaciones del área mesoamericana, sobre todo Maya y Azteca, ha desafiado la imaginación de los exploradores y hombres de estudio, quienes se hallan día a  día con la certeza de que nuestros antepasados era poseedores de avanzados conocimientos.

Podemos considerar que los Mayas de Copán, por ejemplo, calculaban la duración del mes lunar en 29.53020 días, y los de Palenque en 29.53086. según la astronomía, la cifra exacta es 29.53059 días. ¿Cómo lograron conseguir estos datos sin cronómetro o instrumentos de precisión? La Estela I de El Castillo, en Santa Lucía Cotzumahualpa, Guatemala, describe el tránsito de Venus sobre el disco solar el 25 de noviembre del año 416. Esta descubrimiento fue efectuado por Z.A. Brland quien lo comunicó al Congreso Internacional de Americanistas celebrado en París en 1956. En su informe al congreso declaró: "Los astrónomos de Cotzumahualpa eran científicos serios y cuidadosos". Ahora bien, para alcanzar un conocimiento avanzado de esta clase en Astronomía, la ciencia exige muchos siglos de evolución continua e ininterrumpida (se calculan 10.000 años).

Como resultado podemos interrogarnos si estas culturas que al parecer poseían tan alto grado de sabían escribir. Sin embargo, uno de los grandes problemas que se presentan es fechar acertadamente la antigüedad de sus textos.

Por esa razón, uno de los objetivos más deseados consistirá en ver disiparse la niebla que cubre las viejas escrituras y que nos permiten comprender que una era cultural anterior en varios siglos a la actual, llego a su fin, dejando tras de si una mina de observaciones que pueden ayudar a iluminar los escabrosos senderos de la Historia.

La carencia de pruebas es uno de los mayores obstáculos del historiador. Probablemente, de no haberse quemado las bibliotecas en la antigüedad, la ciencia del hombre no tendría tantas páginas perdidas, tantos ríos insalvables. Hagamos brevemente una pequeña revisión:

La famosa colección de Pisístrato en Atenas (siglo VI a. J. C.) fue saqueada, salvándose afortunadamente los poemas Homéricos, editados por personas cultas de aristocracia griega. Los papiros del templo de Ptah, en Menfis, fueron totalmente destruidos. La misma suerte corrió la biblioteca de Pérgamo, en Asia Menor, que contaba con 200.000 volúmenes. La ciudad de Cartago, arrasada por los romanos, en un incendio que duró 17 días, en el año 416 a. J. C., tenia fama de poseer una biblioteca con más de medio millón de volúmenes. Pero la mayor injuria cometida en la Historia fue la quema de la biblioteca de Alejandría, en que se perdieron 700.000 pergaminos: el Bruchiom contenía cuatrocientos mil libros, y el Sarepeum, trescientos mil. Existía, además, un catálogo completo de autores en ciento veinte volúmenes, incluyendo una breve biografía de cada autor.

No menos grave fue la destrucción en América, perdiéndose los importantísimos Códices, libros de los años del mundo prehispánico.  Los pocos que lograron salvarse escapando del vandalismo europeo, dan testimonio del gran interés por preservar el recuerdo de los hechos pasados de alguna importancia, colocándolos en presencia de épocas que se sustraen a la selección de siglos intermedios, otorgándonos la imagen viva de los hombres de una edad muy antigua.

Por ellos se entienden los trabajos pictóricos realizados por Mayas, Zapotecas, Mixtecas y Aztecas, anteriores e inmediatamente posteriores a la conquista Española, en tiras de papel de amate, lienzo o piel de venado, que eran plegados en madera de biombo.

Estos libros son en extremo valiosos, pues de allí se extraen materiales para la reconstrucción histórica local y general. Pedro Mártir de Anglería quedo profundamente impresionado, según consta en carta dirigida al papa Adriano: "...donde quiera que se abra el libro, siempre presenta dos lados escritos, y aparecen dos páginas en cada doblez a menos que Ud. lo entienda todo..."

Como observamos era un hecho totalmente inesperado para los Conquistadores el ver que en el para ellos Nuevo Continente se encontraba en uso una escritura y que poseían inmensas bibliotecas donde atesoraban los conocimientos más diversos.

Los textos indígenas constituyen el espejo histórico de un pasado destruido en su mayor parte por el fanatismo religioso de personas que consideraban herejía todo aquello que desconocían. Y fueron ellos quienes provocaron una pérdida tan sensible para la ciencia actual, semejante a la destrucción de los archivos orientales frente a las irrupciones bárbaras.

Se hace prácticamente imposible creer que haya existido (y posiblemente exista) una Santa Alianza contra el saber que llevó a cabo una obra de destrucción sistemática a lo largo de la Historia; si bien no debemos olvidar que otros muchos integrantes de la iglesia lograron restituir pérdidas semejantes; llegando hasta nosotros las traducciones de esos documentos que tuvieron la dicha de "huir" de las manos de quienes ignoraron el significado de la destrucción, intentando obviar el legado de una cultura que hoy nos convierte en depositarios legales de sus reliquias.

Un problema aun no resuelto es el origen del papel utilizado para escribir esos importantes libros, sosteniéndose que podría ser patrimonio de una cultura mucho más antigua que las que conocemos.

No es extraño que se afirme que el papel nació de China, unos 100 años a.C. y fueron los chinos los primeros que emplearon la técnica de la impresión de caracteres en madera en el siglo VII y VIII y los tipos móviles unos 400 años antes que Gutemberg. También el uso de la tinta se remonta a la más antigua civilización del pueblo.

No obstante, ha habido estudios occidentales que han puesto en tela de juicio el origen chino del papel. Sus dudas se deben en parte al echo de que esta palabra papel procede de papiro y  en parte a su desconocimiento de las características del primero.

El papiro estaba echo con tiras laminadas de caña de papiro, mientras que el papel es un producto manufacturado a base de fibras. Por todo esto no es atrevido pensar que el origen del papel esta en América y desterrar la idea de Oriente. Es posible que aún no existan pruebas verdaderas, pero hay puntos importantes que han logrado llevar a esta conclusión:

1).- Los indígenas imprimían toda clase de caracteres en madera, la que recubría el libro en si, a modo de tapa de protección.

2).- En los códices y cantares se mencionan de continuo la tinta y la pintura.

3).- El papel se hacía macerando las fibras de distintas clases de plantas y la técnica empleada era muy semejante a la de los chinos, lo que nos haría pensar en contactos entre los pueblos americanos y éstos o en la invención paralela de este elemento.

En cuanto a la antigüedad de los orientales lo conocieron 100 años antes de nuestra era. Que se podrá decir de las culturas precolombinas si se atienden a las primeras líneas de Poplvuh, "...este es el libro más antiguo pintado antaño", lo cual no es lógico dudar en estos momentos en que varios estudiosos se hallan abocados a la tarea de reconocer su antigüedad entre 3000 y 3500 años, junto a otros códices como el Troano y Peresiano. De a cuerdo a esto y a citas que se serán más adelante, no será imposible creer lo que se expresa en las primeras líneas ...podría ser patrimonio de una cultura mucho más antigua...

¿Por que hablar de un pasado semejante? Desde Ximénes, que clasificaba "todas estas historias de cuentos de muchachos" hasta Imbelloni, la parte más substancial de la mitología quiché ha permanecido ignorada. Esto evidencia que aún no se a logrado penetrar profundamente la mentalidad del indígena ni comprender el fondo de sus concepciones religiosas y por lo tanto de su cultura. Porque estas "pueriles leyendas", transmitidas oralmente desde tiempos inmemoriales contienen todo el proceso evolutivo de la religión, sociedad, economía, en fin, de toda la cultura quiché. Constituyen un epítome de leyes o dogmas religiosas vigentes aún, y que fueron dados al hombre por Dios antes que se conociera en el Viejo Mundo el código de Hammurabi. Hunalpú es un Dios-redentor, hijo del ser supremo; nace partenogenésicamente como los grandes conductores religiosos y se sacrifica por la Humanidad, muchos siglos antes que se perfilara en el panorama de la Historia humana la egregia figura de Jesús - Cristo. Proclama el dogma de la inmortalidad del alma, antes que las doctrinas de Platón, cuando aún no existía l mitología griega creada por Homero y Hesíodo. En el Popol-vuh se resuelven las inquietudes espirituales que en todo tiempo han embargado el alma humana.

Pero hasta este momento, en realidad, nada se ha comprobado. Sí, en cambio, al correr en la lectura de este texto, cuya primera parte coincide con la Biblia; pues comienza a narrar desde el momento en que "todo estaba tranquilo, todo inmóvil, todo apacible, todo silencioso, todo vacío, en el cielo, en la tierra..."

Por otra parte no podemos olvidar que en el relato se suceden cuatro Edades o Soles, finalizando cada una como consecuencia de un cataclismo. Pero cientifiquemos estos datos:

El punto de partida de la cronología Maya es una fecha 4 Ahau al fin de un Caktún de 13, y esta fecha equivale al punto cero del cómputo largo no había tenido ninguna explicación. La concordancia de las fuentes mayas y quichés en señalar el 4 Ahau, principio de la Cuarta Edad como fecha inicial de la era cultural, o sea, del período histórico de los pueblos mayas quichés, que la cuenta larga coloca al final del cuarto milenio a. J. C., viene a solucionar el problema. Según la cronología maya, antes de esa fecha-era habrían transcurrido 13 baktún completos, o sea un lapso de 5200 años que cubre el período prehistórico, haciendo remontar su principio a el noveno milenio antes de nuestra era, o sea poco mas o menos hasta unos 10500 años antes ha.

Ahora bien, sabemos asimismo como considerar que el indio, hacia la cuarta edad había alcanzado un coeficiente intelectual que le había  permitido establecer, en katunes, una cuenta detallada de su pasado. Y trayendo a nuestra memoria lo apuntado en la introducción, hacia la última era debían conocer la escritura, así como conocían en grado tan elevado la astronomía y astrología. Y para llegar a tanto desarrollo, repetimos, hace falta un período de evolución no menor de 10.000 años.

Vemos que las fechas no logran hacerse coincidir exactamente. Pero recordemos:

"...su faz está oculta al que ve, al pensador".

¿Qué quiere decir este párrafo? ¿Debemos suponer que los seres de esta quinta edad (sol en movimiento) no estamos preparados para interpretarlo? Por cierto desconocemos casi remotamente ese época, y cierto es también que son muchos los ciegos en este mundo tecnificado, pero esto no significa que puedan existir seres capaces, aunque más no sea de entender un pequeño candelabro frente a sus páginas, de sentir profundamente sus palabras, de captar el sentido de cada frase, de identificarse con nuestros antepasados.

Posiblemente, al leer estas líneas estarán pensando que hablo de estas culturas como supercivilizaciones, y se equivocan. Los Mayas, Aztecas, incluso los Incas, son sólo descendientes de grandes civilizaciones hoy desaparecidas bajo los océanos, hielos, o perdidas entre los densos follajes de las selvas americanas.

¿Todo es producto de la fantasía, todo es leyenda? NO. Una vez más, Agrest, el insigne científico soviético, nos dice: "Nos hallamos frente a realidades incuestionables, realidades capaces de demostrarnos que los pueblos antiguos conservan el recuerdo de los hechos que afectaron profundamente a su fantasía y que, luego, fueron velados por el halo mito"

¿Cómo construían pues los libros? Bernal Díaz del Castillo explica:

"Hallamos las casas de los ídolos y sacrificios y muchos libros de su papel, códigos de dobleces a manera de paños de Castilla"

los recuerdos , las historias, los cantares, se anotaban en los libros de papel de amate y plagados a modo de biombo. Diego de landa lo confirma al decir: "...sus libros estaban escritos en grandes hojas de papel doblado, las cuales reunían entre dos delgadas tablas que decoraban bien, y escribían ambas caras del papel, en columnas, siguiendo el orden de los dobleces. Y fabricaban dicho papel con las raíces de un árbol"

el papel maya se hacia macerando la corteza interior de la higuera. La corteza se arrancaba con un ancho de dos manos y una extensión de seis metros. De inmediato era sumergida en agua para reblandecerla, extrayendo sabia blanca, muy espesa, y golpeada con un instrumento especial, con el objeto de estirar las fibras. La corteza luego de este tratamiento, era recubierta por una capa delgada de carbonato de calcio.

El papel maya (hunn) se utilizaba ampliamente; los planos para construir se trazaban en él, así como los glifos, diseños de estelas antes de ser esculpidas, mapas, etc.

Diego de Landa hace hincapié en el "blanco y lustroso acabado sobre el cual es fácil escribir" que le daban. El papel se doblaba como si fuese un biombo para quedar en forma de libro; cada hoja media siete y medio centímetros por veinte de altura. El principio y el final del mismo de adhería a tablillas de madera tal vez talladas con títulos glifos.

Se cree que el libro maya nació hacia el 889 d.J.C., fecha en que dejaron de erigir estelas de piedras labradas, idea un tanto ilógica si se tiene en cuenta la antigüedad de los textos, tal cual se explico anteriormente.

Por otra parte, el papel azteca (amatl) era artículo de tributo. En la lista de ofrendas, se lee:

"Veinticuatro mil ramas resmas de papel deben ser traídas como tributo anual a Tenochtitlán".

Pero esta cantidad no bastaba para cubrir toda la demanda, por lo que se llego a fabricar, en la Meseta Central, un papel de fibra de maguey, cuyas hojas se remojaban hasta pudrirse para aislar las fibras que después se cruzaban y aplanaban con mazos de piedra. Una vez realizado este tratamiento se cubría, a diferencia de los anteriores, con una capa de engrudo de almidón.

El doctor Francisco Hernández, al ver la manufactura del papel en Tepoztlán, expresó:

"Muchos indios están empleados en este oficio... las láminas de papel son pulidas entonces se les da forma de hojas... Es algo semejante a nuestro papel, excepto que es más blanco y más grueso".

El papel se llama Amati y el Arbol Amaquahuitl, del género Ficus. Un papel amarillo, vendido en hojas, venía de Amacoztitlán en el Estado de Morelos, derivándose de las fibras de la higuera silvestre del color mencionado.

Al llegar, este producto iba primeramente a manos de los sacerdotes, escritores y pintores, pasando luego al mercado donde se compraba o permutaba.

En la Obra de Sahagún, el monje dice: "Para el Dios del comercio, Yacatecuhtli... hacían ofrendas de papel... para la imagen de Nepayecli, el Dios patrono de los fabricantes de esteras de juncos, le daban un coroma de papel".

Cada una de los meses aztecas dedicado a un Dios era

"honrado con cintas de papel, cubiertos con copal y hule... al la diosa que vivía en la casa del Sol... la adornaban con papel.

Como hemos podido observar, tanto los Aztecas como los Mayas consideraban este artículo como algo sumamente importante dentro de su vida.      

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