Revista Digital de El Quinto Hombre

¿EL SISTEMA SOLAR PELIGRA?....

                                                                            

Por Juan de Dios Tello

El fenómeno de las manchas solares es quizás uno de los temas más estudiados actualmente por la astrofísica. El estudio de tal fenómeno empezó  prácticamente junto con el invento del telescopio por Galileo en el siglo XVII, al tener este sabio una visión amplificada del Sol por medio del telescopio, pudo notar que en ocasiones el Astro rey presentaba manchas, contrariamente a lo supuesto por la gente de esa época.

Hasta el presente se han podido descubrir muy interesantes efectos que se generan cuando aparecen manchas solares. Como es sabido estas afectan las comunicaciones radiales, telefónicas y televisivas; como así también las condiciones climáticas y telúricas.
Dicho ciclo alcanza su máxima intensidad cada 11 años y meses. Hasta la fecha no se ha podido encontrar la verdadera causa de que cada 11 años aumente el número y la extensión de las manchas solares. Hoy después de haber estudiado el problema durante muchos años, desde diferentes ángulos y teorías, creemos haber encontrado la solución al suponer que en el sistema solar, además de los nueve planetas conocidos existe otro cuerpo celeste, de una masa, por lo menos dos o tres veces la de Júpiter.
Las personas con algún conocimiento de astronomía se preguntarán de inmediato: ¿Cómo es posible que un cuerpo celeste de una masa superior a la de Júpiter haya pasado inadvertido para los astrónomos?. La respuesta a tal pregunta se explica, si se tiene en cuenta la existencia de unos cuerpos celestes llamados “Abismos negros”. Uno de tales cuerpos ha sido localizado  a gran distancia en el espacio cósmico. Hecho del cual dio amplio informe el periodismo oral y escrito. Por tanto, creemos innecesario entrar en detalles.

Como decíamos más arriba, la conclusión a que hemos llegado es de que integrando el Sistema Solar, juntamente con los nueve principales planetas, existe otro cuerpo celeste; concretamente, un Abismo Negro. Algunos autores los denominan “huecos negros”, “agujero negro” y “colapsar”. Por considerarlo más práctico y para evitar errores de interpretación, usaremos la denominación que le da indistintamente  el científico John Taylor “abismos negros” o “colapsares”.
Consideramos que la densidad de este “abismo negro” es muy superior a la de una estrella – neutrón, y por tanto su diámetro no sobrepasa los diez kilómetros, aunque su masa sea el doble o triple de la de Júpiter.

El problema más grande a resolver, para astrónomos o radioastrónomos, que deseen encontrar al “colapsar” serán las escasas dimensiones de tal ente. Para solucionar este problema hemos ordenado algunas ideas, que podrían ser de utilidad para quienes tengan instrumental adecuado y quieran establecer la posición del “colapsar”.
El “colapsar”, según lo que hemos podido calcular mantiene su órbita entre las de Júpiter y Saturno. La velocidad de traslación de dicho cuerpo celeste la hemos calculado en unos 9 kilómetros, tardando unos 22 años en efectuar una revolución alrededor del Sol.

Para ver al “colapsar” o “agujero negro”, descubierto en la galaxia M-87 de la constelación de Virgo, los científicos emplearon un medio indirecto. En este caso el medio indirecto consistió en utilizar la presencia de estrellas atrapadas por ese cuerpo celeste.
Los instrumentos con más probabilidades de determinar la posición del “colapsar” son los radiotelescopios, puesto que estos captan objetos más profundamente adentrados en el cosmos que los telescopios ópticos. Se dirige la antena de un radiotelescopio a la zona del cosmos donde existen fuentes; emisoras de ondas radiales, ya muy conocidas por los radioastrónomos, cuando el “colapsar” se interponga entre la fuente emisora y la antena, se notará la desviación de las ondas provenientes de las fuentes conocidas.
Otro efecto que se notará cuando la antena esté perfectamente enfocada al “colapsar”, será una debilitación de las ondas radiales provocado por la atracción de la enorme masa de este cuerpo celeste.
La denominación de “abismo negro” de estos cuerpos celestes, se debe justamente por no emitir ni reflejar luz u otras radiaciones.

Como decíamos ¿el sistema solar peligra?; no es para alarmarse mucho. Si bien la presencia de un “abismo negro” en el sistema solar entraña una amenaza para éste, ello no quiere decir que sea inminente.

 

El Quinto Hombre