Revista Digital de El Quinto Hombre

UNOS ANIMALITOS LLAMADOS ZARIGUEYAS

                                                                                                       

Por Estela Goris - Argentina

                                          

Las fantasías humanas de paraísos terrenales suelen estar asociadas a lo isleño. Desde Gauguín a Marlon Brando, con muy distintas inversiones de dinero y de talento, fueron muchos los adherentes al sueño de las islas salutíferas, donantes de, claro, de serenos intervalos reparadores. Pero, en realidad ¿alarga la vida, aumenta la potencia vital vivir rodeado de agua?

Parece que la clásica utopía no está mal rumbeada. La teoría de selección natural de Darwin afirmaba que lo que interfiere con los impulsos de reproducción es obstáculo a suprimir. Ahora sabemos también que a la evolución, como una celestina, no le va ni le viene lo que pasa después de que el individuo "colocó" sus genes. Los programas de enfermedad y muerte del nuevo ser son ya asunto de otra sección: la cadena de herencia. Y en las islas hay siempre menos interferencias para la reproducción - biológicas y de cualquier otro tipo - que en tierra firme.

Por ejemplo, en una isla de la costa de Georgia, se han hallado poblaciones de unos animalitos llamados zarigüeyas, que envejecen más lentamente que sus similares del continente. La mayoría de las hembras de esa especie engendran a muy corta edad, se deterioran muy rápido y mueren tempranamente, a los 2 ó 3 años. Las zarigüeyas de la isla alcanzan un segundo ciclo de reproducción más a menudo que los de tierra firme. Además, el ejemplar más longevo de la isla es un año más viejo que cualquiera del continente.

Es posible que los patrones de edad y de reproducción de las dos poblaciones hayan diferido a lo largo de 4.000 años, creando medios ambientes distintos para la evolución. Quizás en tierra firme los animalitos debieron reproducirse urgentemente por la amenaza constante de las lechuzas o los perros. Pero en la isla, donde hay predadores aún más temibles, los animales sobreviven sin tanta premura por perpetuar la especie. ¿Por qué? Porque la elección ha otorgado más tiempo para resistir a los genes del acortamiento vital.

Según los investigadores, estas mismas relaciones evolutivas podrían también condicionar la longevidad humana. Se supone que si las parejas continúan demorando la concepción, los nacidos luego de algunos cientos de generaciones vivirán más porque habría un corrimiento en sus cronogramas de envejecimiento y muerte. Esto es lo que opinan los científicos, sobre todo después de censar tantos animalitos aquí y allá. Aunque uno tiene todo el derecho a seguir creyendo que el secreto está también en hallar esas islas donde los ejemplares del sexo opuesto sean más sociables. Ah, y donde nadie nos ladre ferozmente ni se dedique a lechucear parejas.

 

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