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       EL TÚNEL DEL TIEMPO: ¿UNA REALIDAD?  
         
      por Jorge Omar de Godos  
        Argentina  
       
        En las paredes de nuestras habitaciones están inscritas todas las 
        escenas, todos los incidentes que han tenido lugar en ellas. Y aun cuando 
        las pintemos o lavemos será imposible borrar esas imágenes 
        de allí. Con esta y otras reflexiones, su autor hace un interesante 
        enfoque de la psicoterapia y el mundo de lo etérico. 
       
        Si nos remitimos a las antiguas escuelas esotéricas y a la tradicional 
        sabiduría oriental (China, Tíbet, India) podrían 
        llegar a eliminarse el tiempo y el espacio. Así como Julio Verne 
        se adelantó a su siglo, ¿no estaría el autor de la 
        famosa serie televisiva señalando un hecho concreto del futuro? 
      
         
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        Dice Lobsang Rampa en su libro "El cordón de plata": 
        "Por medio de un entrenamiento especial podemos entrar al mundo astral, 
        donde el tiempo y el espacio no existen". El autor se refiere al 
        registro akásico, conocido en occidente como memoria de la Naturaleza. 
        Y luego continúa: "Todo lo que hacemos, queda impreso en el 
        akasi, médium sutil que se compenetra de todo. Todo lo sucedido 
        en la tierra desde su creación está al alcance de aquellos 
        con la preparación necesaria". 
        El gran místico alemán Max Heindel en uno de sus libros 
        marca una curiosa similitud con las enseñanzas de Rampa al afirmar: 
        "También hay en la Naturaleza un recuerdo de nuestro pasado 
        que abarca hasta sus más mínimos detalles. El clarividente 
        educado al que le es factible leer en la memoria de la Naturaleza que 
        puede observar las diversas vidas de un hombre, como si una película 
        de cinematógrafo se desarrollará ante él en sentido 
        inverso. Vería primero la vida actual del hombre en cuestión, 
        después su nacimiento, su estadía en los mundos invisibles, 
        después la muerte de su vida anterior, todo lo cual se desarrollaría 
        por sí mismo en sentido inverso, pasando de la vejez a la virilidad, 
        la juventud, la adolescencia y la infancia hasta el nacimiento, y así 
        sucesivamente a través de las diversas vidas". 
        Cabe aclarar que para tomar las anteriores declaraciones como validas 
        hay que aceptar, por supuesto, la teoría de la reencarnación. 
        Una vieja predicción establece que este siglo los científicos 
        podrán usar el registro akásico para reconocer las historias 
        del mundo. Lamentablemente la mayoría de los científicos 
        actuales están colmados de escepticismo y padecen de una terrible 
        ceguera espiritual. Sólo desean fabricar más y más 
        armamentos atómicos que les proporcionen poder, riquezas, y no 
        creen en aquello que no pueden ver, tocar y probar. Mientras sus fuerzas 
        morales y espirituales se sigan oscureciendo no podrán tener acceso 
        a dicho registro, reservado para seres de legítima pureza. Las 
        ciencias nos dicen que toda partícula de materia del mundo físico 
        está interpenetrada por el éter, de manera que los átomos 
        químicos de cualquier sustancia, por densa que ésta sea, 
        no se tocan unos a otros, sino que cada átomo vibra en un campo 
        lleno de éter. 
        En base a esto Heindel argumenta: "Las vibraciones de ese éter, 
        que emiten todos los objetos, llevan a nuestra retina las imágenes 
        de todas las cosas que nos rodean. Esas imágenes no se pierden. 
        Las imágenes de todas las cosas que hemos observado conscientemente 
        existen todavía en el éter de nuestro cuerpo vital, y de 
        nuestra capacidad para evocarlas dependemos o no". 
        En el éter que compenetra a cada objeto hay además una imagen 
        de todo cuanto nos rodea. En las paredes de nuestras habitaciones están 
        inscriptas todas las escenas, todos los incidentes que han tenido lugar 
        en el cuarto, y aun cuando las pintemos y enyesemos será completamente 
        imposible sacar esas imágenes de allí. 
        Si arrancamos un pedacito de argamasa de esa habitación y se lo 
        llevamos a una persona que haya cultivado la visión etérica, 
        es posible que esa persona vea el éter de ese trozo de argamasa 
        y nos relate las escenas que ocurrieron en la habitación de donde 
        fue arrancando. 
        Esta facultad que contadas personas poseen, y que yo personalmente he 
        tenido la suerte de contemplar, se denomina psicometría, si al 
        verdadero psicometra se le muestra un pedazo de piedra de la pirámide 
        de Egipto podría ver las escenas que allí se desarrollaron 
        como si viera una película. 
        El hecho de que tan poca gente obtenga lo que pareciera ser un don y que 
        no es más que el saber gobernar ciertas leyes de la Naturaleza 
        que en nuestro estado actual de evolución desconocemos, se explica 
        por el riguroso entrenamiento que ello implica. 
        Para acceder a otros planos de la Naturaleza se requiere entre otras cosas 
        un total dominio del cuerpo físico (abstención del alcohol, 
        dieta vegetal, control sexual), pureza en los pensamientos, inofensividad 
        y un impulso natural para ayudar al prójimo. Esfuerzos para los 
        cuales, creo yo, nuestra humanidad no está preparada. 
        Más allá de que pueda parecer una fábula, o un cuento 
        de Ray Bradbury, las puertas a otros mundos están abiertas a cualquiera 
        que acepte el sacrificio y trabaje para el bien de la raza humana.  
       
       
El Quinto Hombre
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