Revista Digital de El Quinto Hombre

ANTIGUAS CIVILIZACIONES EN CORCEGA



Por Liliana Cristina Giménez Azaña- Argentina




Los indicativos de esta extraordinaria civilización megalítica aparecieron en la historia en los comienzos del tercer milenio a.C. Se sabe que sus gentes no fueron de espíritu migratorio y sus curiosos dólmenes resultaron de un misterioso movimiento de origen religioso que extendió sus huellas por la franja del mediterráneo.

Son piedras de formas casi humanas, erguidas entre los matorrales y bosque y también depósitos que permanecen aún enterrados. Córcega es un importante punto histórico del Occidente. En el sur de la isla de Beauté, estos monumentos -misteriosas estatuas de hombres petrificados- hace poco tiempo han sido descubiertos y revelados.
Visitar la zona que guarda el tesoro arqueológico, las excavaciones, es tener la posibilidad de hallar ciudadelas de extraña construcción, gigantes estatuas de hombres petrificados, centinelas eternos de las sepulturas y héroes de olvidados combates. Alguna de ellas con su rostro perfectamente delineado, otras velando por sus armas de guerra.
Mientras tanto, los pastores de Córcega aseveran que a estos megalitos algún maleficio los rodea.
En el sitio han ido sucediéndose algunas excavaciones: los buscadores de tesoros violaron sistemáticamente estos lugares, privando así a los estudiosos del tema de elementos rituales y utensilios que son, en su mayoría arqueológico más necesario para la investigación.
Estas piedras talladas, sin embargo, siguen fomentando leyendas y secretos, solo transmitidos por vía oral en el lecho de su muerte.
Entre estos monumentos de antigua data, hay una necrópolis - la de VASCOLACCIO- famosa por sus lingotes de oro (aún no encontrados) que según los campesinos lugareños estarían escondidos bajo una piedra de color azul. Esto parece estar referido directamente con supuestos sacrificios humanos que se celebraron antiguamente. Esta zona continua intocada pues los monumentos se hallaban cuidados por serpientes (en este caso el reptil representa el espíritu de los muertos); tal vez por esa razón aún sean respetados.
Existe un gran parecido entre estos megalitos y los encontrados en la isla de Pascua. Los de Córcega permanecen silenciosamente alineados frente al mar Tirreno.
Recién en el año 1939 se comenzó a realizar alguna investigación sobre el terreno. Así se descubrieron los menhires de Cauria y el dolmen de Fontanaccia y el de Taravo.
El profesor Martimé, encargado de la investigación, dio cuenta de sus descubrimientos, pero fue oído cincuenta años después. Actualmente estudia todo este complejo megalítico el Centro Nacional de Investigación Científica.
A pesar de tener ya suficiente información, aún faltaba conocer de que se trataban realmente todas aquellas construcciones. Así era necesario ubicarlas en un contexto arqueológico e histórico. Se llego a la conclusión de que existió un convento cubierto de plantaciones silvestres. Se supo que todo aquello era una importante fortificación prehistórica, construida cerca de las conocidas estatuas.
Presumiblemente, Córcega, en su rastro histórico, careció de la era paleolítica aunque todavía no pueda explicarse la falta de cualquier industria de los hombres de piedra tallada.
Cuando se inspeccionaron estos megalitos surgió que la isla de Córcega se hallaba atrasada históricamente. Cuando el resto de la zona del mar Mediterráneo se hallaba en la Edad de metal, Córcega aún permanecía en la prehistoria. Quizás se mantuviese ajena y casi hostil hacia el extranjero, encerrada en su propia experiencia.
El pueblo estaba formado por pastores de pequeños rebaños, que en la época transcurrida hasta el segundo milenio, permaneció aislado. Comerciaban con la cercana Cerdeña; no conocían la cerámica, tan común en la época. Tal vez, esta forma de existencia le habría permitido a la isla un personal estilo de vida reflejado en la construcción de monumentos funerarios y culturales.

SON CINCO MILENIOS.

Los ritos celebrados por esta civilización del megalítico (constructores de los monumentos de piedra) aparecieron en la historia del tercer milenio a.C. Se conoce que no fueron un pueblo en migración el que dejo sus dólmenes, sino un movimiento de origen religioso que fue extendiéndose por los territorios costeros, dejando estas huellas en la cuenca del mediterráneo, enterrando allí sus muertos, en curiosos sepulcros, formados por una cámara elevada por una loza alta, llegando a los dos metros. El cajón aparece rodeado por piedras que forman un circulo, profundamente enterrado en un montículo pedregoso. A su vez, rodeado por otro circulo de piedras más grandes que van elevándose hasta la plataforma central. Siempre se trata de sepulturas individuales. Cerca del lugar se halla el mobiliario funeral con ofrendas de todo tipo.
El modo y el rito funerario van cambiando a través del tiempo. Los cofres ya no se entierran y se los ve aparecer cerca del suelo, hasta llegar a la superficie. Esto ocurría a fines del tercer milenio. De esa forma se transformaron en dólmenes de forma cubica; las losas ya están trabajadas y hasta pulidas.
La evolución continua y las estatuas de Córcega comienzan a parecerse a los hombres, aunque aún el tronco y la cabeza están unidos.
Estos menhires están en su mayoría, colocados individualmente, aunque se hallen zonas con centenares de ellos.
En otro periodo más ya se humanizan, son más pequeños que sus antecesores, su estatura es la de un hombre normal.
No están esculpidos o grabados, pero sí se nota definidamente la aparición del cuello. El rostro que en los comienzos sólo es un óvalo, ahora ya posee nariz, ojos, realizados en bajo relieve, más un detalle significativo: dibujada está la columna vertebral. Orientados de norte a sur, con su rostro siempre hacia el este, relacionándose directamente con el cementerio cercano. Casi son guardianes de ellos y por lo tanto no se trata aquí de dioses. Por lo que se deduce que hasta esa época retrasada de la historia de Córcega, no hay religión, o por lo menos ningún indicio de su presencia.



ENCUENTRO CON EL ENEMIGO

En alguna época, los invasores llegaron desde el mar y transformaron totalmente la vida de este pueblo esencialmente pastoril y campesino. Eran los llamados "Pueblos del mar", quienes ya habían combatido exitosamente contra la flota egipcia.
Una vez que arribaron a la isla, siguiendo su itinerario, los signos muestran que se dispersaron por toda Córcega. Al luchar, los campesinos corsos debieron sucumbir ante la superioridad del adversario.
Algunos grupos autónomos lograron refugio hacia el norte de la isla donde construyeron sus estatuas menhires. Esta vez aparecen con hombros, orejas prominentes, y un collar como adorno. Estos grupos se encuentran en Sagone, Renno, Nebio y Albertace.
El pueblo del mar, tenaz y evolucionado, también erigió sus propios monumentos. Son estatuas antropomórficas y armadas con espadas y puñales.
En el año 800 a. C., los invasores abandonaron Córcega, estableciéndose en la muy cercana Cerdeña.
Un minucioso estudio de los armamentos traídos por los invasores, posibilitó, siglos después, su identificación.
Hay un hecho llamativo: existe un solo pueblo que también posee dólmenes y menhires como los corsos. Este es un grupo que lucho contra Egipto en el siglo XIV a.C. y cuyo nombre era: los sardanes. En territorio de Egipto se halla la representación de un combate naval realizado en las puertas de la ciudad; son los bajorrelieves de MEDINETHABU, hacia 1900 a.C.
Se trata de construcciones tan similares que es imposible dejar de pensar en una conexión directa con el pueblo de la isla de Córcega.
Cuando los invasores abandonaron la zona, Córcega ocupó su lugar en la historia. Sin embargo en la actualidad se continúa investigando; las estatuas, menhires y dólmenes continúan allí sin revelar sus milenarios secretos. De esto se ocupa hoy el Centro de Prehistoria Corsa.

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