Revista Digital de El Quinto Hombre

 
fabio 3.jpgLOS EXPEDIENTES DE FABIO ZERPA
LAS MEJORES INVESTIGACIONES DE NUESTRO DIRECTOR, PROFESOR FABIO ZERPA Y SU EQUIPO DE PROFESIONALES, SELECCIONADAS PARA USTED EN ESTA NUEVA SECCIÓN DE
“EL QUINTO HOMBRE”; DOCUMENTOS DE INCALCULABLE
VALOR TESTIMONIAL E HISTÓRICO.


 

“Poltergeist”

 

La palabra, por supuesto, es alemana y su traducción literal es "espíritu ruidoso" o "duende travieso". Se aplica a una serie de sucesos conoci­dos desde hace siglos. El caso habitual de poltergeist consiste en una serie de alteraciones físicastrales como ruidos (golpes, explosiones, sonido de sie­rras, etcétera) y movimientos de co­sas (cacharros de cocina, cubiertos y otros objetos, incluidos muebles pe­sados). Los movimientos varían grandemente en su clase y fuerza. Un objeto puede, sencillamente, caer al suelo, o puede ser lanzado a alguna distancia. Internémonos en este cu­rioso fenómeno.

 

Las alteraciones llamadas POLTER­GEIST, tienen lugar con más frecuencia en un hogar, pero pueden producirse también en otras situaciones, tales como en estable­cimientos comerciales. Comienzan inespe­radamente y continúan durante un período indefinido de tiempo, variando su duración desde unas pocas horas a varias semanas o incluso meses. Los acontecimientos, gene­ralmente, se centran en torno a una persona determinada, normalmente alguien que se aproxima o que acaba de alcanzar la puber­tad. La presencia de esta persona parece necesaria para que se produzcan esos he­chos inquietantes y en general las cosas suceden en un lugar o situación determina­dos y sólo mientras la persona focal está presente y despierta.
Como sugiere el nombre, los poltergeist fueron considerados como debidos a las acciones de espíritus malignos o desgracia­dos. Conforme han sido más estudiados los casos, parece menos apropiado este modo anticuado de ver las cosas. La evidencia indica una acción humana, directa por parte de la persona focal como fuente de los disturbios.
La primera cuestión para el investigador es: ¿Produce la persona focal los acontecimientos de algún modo normal, mediante trucos, bien consciente o inconscientemente? Si los hechos son tales que no pul llegarse a una respuesta afirmativa, la investigación puede dirigirse adecuadamente hacia una explicación parapsicológica. Esa explicación supondría que la psicokinesia otelekinesia era producida espontáneamente y repetidas veces. De aquí la expresión científica "psicokinesia espontánea recurrente", que se ha sugerido para sustituir nombre antiguo de poltergeist. Mencionamos aquí este hecho tan sólo para subrayar el punto de vista que hoy en día guía a investigación en este campo. En esta discusión, no técnica del tema, podemos seguir utilizando el nombre antiguo y familiar mientras éste no nos confunda.
La simple idea de que pudieran producirse se casos genuinos que encajaran en la descripción dada anteriormente, parecía absurda en esta era científica llena de luz. Tendemos a rechazar cualquier relato semejan como un fraude deliberado o como resultado de la deficiente observación y de la falsa interpretación, basada en la ignorancia y la superstición. Por eso no es extraño que le parapsicólogos, durante varias décadas, archivaran el problema del poltergeist fuera de su vista y de su mente. Pero el problema en sí mismo, así como el vuelo de utensiliosy otros objetos que daban lugar a él, sencilla­mente, no desaparecía. Por eso, poltergeist ha sido sacado y desempolvado, realizándo­se serios esfuerzos para estudiarlo.
Aquí nos encontramos, una vez más, con otro tipo de fenómeno natural no explicado sobre el cual sólo recientemente se ha dirigi­do el foco de la investigación científica. Si el fenómeno persiste bajo este severo escruti­nio, ¿debe ser bien recibido el desafío que presenta, o debiéramos tratar de ignorar los hechos? Es fácil verla respuesta, tal como se ha dado durante el pasado, en la historia de la ciencia. Sin embargo, todavía hoy, esta­mos en condiciones de comprender la im­portancia que tiene el aceptar los desafíos que pueda presentarnos la naturaleza, por inesperados que sean. Debemos admitir que, entre las cuestiones difíciles encontradas en Parapsicología, la del poltergeist es una de las más espinosas de todas. Pero, sin embar­go, está siendo estudiada en medida cada vez mayor y esta renovada atención permite lo­grar lentamente algún progreso. Si la sec­ción parapsicología de la historia de la ciencia puede escribirse, en algún momento futuro, no sería demasiado sorprendente que nos encontremos con que esta línea de inves­tigación ha contribuido a algunas de sus páginas más significativas.

En este capítulo nos proponemos describir brevemente algunos casos de poltergeist que han sido investigados durante los años se­senta por personas que reunían las cualifica-dones científicas y personales necesarias para esa tarea. El examen abarcará cuatro casos, que probablemente con constituyen ni una décima parte de los que se han produ­cido y han llegado al conocimiento público durante la década. Fuera de ellos, incluimos un testimonio fotográfico de un caso que nos tocara atestiguar personalmente.

 

El Caso Oakland (junio 1964)

 

Sean cuales fueren las diferencias de opi­nión que pueden existir en torno de los poltergeist, todo el mundo debe mostrarse de acuerdo en una cosa. Los casos de pol­tergeist no se producen a conveniencia del investigador científico. Empiezan inespera­damente, siguen un curso impredecible, complicando las vidas de las personas que se ven afectadas por los hechos, y desaparecen casi del mismo modo repentino. En esas circunstancias, es una cuestión accidental el que alguien relacionado con el caso pue­da observar competentemente y anotar o relatar exactamente los hechos. Solamente si se hace esto, el incidente puede adquirir valor científico.
En el caso de ciertas perturbaciones pro­ducidas en el despacho de un cronista de Tribunales, en Oakland, en junio del año 1964, la persona que cumplió de modo principal el papel de observador y cronista fue Mr. James Hazelwood, periodista de la redacción del Oakland Tribune.
¿Qué había sucedido que le impresionó tanto? repetidamente los muelles que ac­cionaban las teclas de las máquinas de es­cribir eléctricas quedaban flojos. Al abrirse las máquinas para ajustarías se encontraban los muelles estirados hasta el punto de que eran inútiles. El mecánico dijo que los mue­lles normalmente duran toda la vida de la máquina y que en muy pocas ocasiones hay que cambiar uno de ellos. Era un caso sin precedentes que todos los muelles de las máquinas del mismo despacho se estropea­ran, de un modo inexplicable, y tuvieran que ser sustituidos... para quedar de nuevo estirados al poco tiempo.
La línea de botones, en la base de los teléfonos se encendía rápidamente, una y otra vez, pese a que los teléfonos no se utilizaban. Por otro lado, con frecuencia los ocho teléfonos de la oficina resbalaban de las mesas y caían al suelo sin que hubiera nadie cerca. Un colador de café, las tazas utilizadas para éste, ceniceros, un jarrón y otros objetos que constituían elementos co­rrientes en el despacho caían, estallaban o al parecer eran lanzados por el aire y se rom­pían, sin advertirse el motivo causante de los hechos.
Durante un período de observación de una hora, el periodista Hazelwoo describió una lista de los fenómenos que se produje­ron mientras se hallaba presente, anotando el momento exacto de cada uno. Esta lista incluía nueve hechos distintos, espaciados en un período de sesenta minutos. Entre ellos figuraba el misterioso movimiento de un pedal de dictáfono, guardado en un ar­mario. Fue a chocar con un mostrador situado a cierta distancia, al otro lado dela habitación, y cayó al suelo, mientras la única persona que se encontraba presente hablaba por teléfono, dando la espalda al armario. Las bombillas de un aparato situa­do en la escalera se desenroscaban, caían y se rompían, pese a que todas las pruebas indicaban que no había nadie en la escalera. Se oyó un fuerte ruido en una habitación vacía, donde se encontraba el depósito de agua potable, y el recipiente de los vasos de papel fue encontrado arrancado de la pared y caído en el suelo con los vasos esparcidos en derredor. La tapa de metal de una máqui­na de escribir, sin que se supiera cómo, fue lanzada por una ventana y cayó a la calle. Una lata de café de un kilo se movió de su lugar habitual en un armario y cayó al suelo, a unos tres metros de distancia.
La pista de los diversos incidentes, que se advirtió conforme el caso fue desarrollán­dose, apuntaban a un miembro joven del personal que se había casado recientemen­te, Mr. John Orfanides, como presunto res­ponsable de los hechos. La policía se llevó al joven a sus oficinas y le presionó para que confesara. Finalmente hizo una confesión, aunque había pedido permiso, sin éxito, para hablar antes con Hazelwood. Afirmó que él arrojaba todas las cosas, y la policía se conformó con unir su declaración al expediente y considerar cerrado aquel em­barazoso caso.
Sucedió que el periodista se encontraba fuera de la ciudad el día en que la policía obtuvo su "confesión". Cuando Hazelwood volvió, se puso inmediatamente en contacto con el joven y le preguntó por qué había hecho tal declaración. La respuesta fue que la policía seguía insistiendo una y otra vez y que lo hizo porque creía que era el único medio de que le dejaran en paz.
No presentamos aquí este caso como una clara prueba de un auténtico fenómeno de poltergeist. Más bien lo incluimos porque ilustra algunas de las dificultades con que tropieza el estudio de estos fenómenos y algunos de los aspectos por los que las pruebas pueden no ser plenamente satisfac­torias, pese a que tal vez el caso sea autén­tico. Por competentes que fueran el perio­dista y otros observadores en la descripción de lo sucedido, sus relatos, tal como han sido recogidos, omiten detalles esenciales en cuestiones de importancia crucial para llegar a un juicio científico. Los fenómenos en este caso eran, en su aspecto principal, los más típicos en un hecho de poltergeist. Las perturbaciones que sucedían en Oak­land no se producían bajo la observación visual directa. Los acontecimientos ocurrí­an a espaldas de la única persona que se encontraba en la habitación, o en la habita­ción vacía junto al depósito de agua, o en el hueco de una escalera vacía...

 

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El hecho de que sea ésta la situación típica, en lo que se refiere a casos de poltergeist, es uno de los aspectos más decepcionantes de estos fenó­menos.
Los efectos acusados en los muelles de las máquinas de escribir superan grandemente, por su dificultad inherente, a los otros he­chos que ocurrían cuando nadie observaba. Aceptando la destrucción de los muelles como ha sido descrita, no hay un medio fácilmente concebible para que se produje­ra normalmente ni como fraude..., a menos que la mayor parte del personal se hubiera confabulado para hacerlo. Las circunstan­cias son tales que nos vemos impulsados a preguntarnos qué causó los hechos, y ésa es la actitud que nos lleva a nuevas investiga­ciones.

 

El Caso Miami (enero 1967)

 

Tal vez la dificultad más frecuente con que tropiezan los investigadores científicos de los fenómenos poltergeist es que se enteran de los casos demasiado tarde. Por regla general, para cuando llega a sus oídos la aparición de perturbaciones, el fenómeno ha pasado ya por su fase más activa y, o bien se ha hecho más débil o, con menos fre­cuencia, ha desaparecido enteramente. El trabajo principal del investigador consiste por lo tanto en tratar de establecer del modo más seguro posible lo que ha sucedido. Esto sólo puede hacerse mediante entrevistas o leyendo las notas de los testigos que estaban presentes en el momento, y pocas veces sucede que se encuentren observadores ca­lificados para esta labor.
Las dificultades de contar con un adecua­do "sistema de aviso" para nuevos casos, se reducirán en el futuro conforme la informa­ción al público sobre sucesos de poltergeist y el interés científico por su estudio se difunda más. El caso de Miami es un buen ejemplo del papel que un ciudadano inteli­gente y despierto puede llegar a desempe­ñar; a este respecto.
Hacia mediados de enero de 1967, los dos socios de un negocio de venta al por mayor

 

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de recuerdos para turistas advirtieron un notable aumento en las pérdidas por rotu­ras. Los daños parecían estar relacionados con un refugiado cubano de 19años, Julio Vázquez, quien, juntamente con otro miembro del personal, estaba encargado de sacar los objetos de las cajas conforme se recibían y colocarlos en los estantes. Tam­bién tomaban objetos de los estantes para cumplir los pedidos que llegaban. Uno de los socios se paseaba en una ocasión por la sala de envíos en la que Julio se dedicaba a colocar jarras de cerveza en un estante. Una de las jarras cayó al suelo y se rompió. El socio se volvió y dijo que la mercancía debía tratarse con mayor cuida­do y sugirió que las jarras debían colocarse bien al fondo del estante, con las asas lejos del pasillo. El socio tomó una jarra de la caja y la colocó sobre el estante para demostrar exactamente lo que quería decir. Al volver­se para alejarse, la jarra que acababa de colocar en el estante cayó de su sitio y se estrelló en el suelo, Julio estaba de pie, inmóvil, y el socio quedó convencido de que el joven no había hecho que la jarra cayera de un modo ordinario.
Después de este incidente, los aconteci­mientos inexplicables aumentaron durante los días siguientes en variedad, fuerza y frecuencia hasta convertirse en una auténti­ca pesadilla. Una de las empleadas del esta­blecimiento había oído hablar de los fenó­menos de poltergeist y reconoció los he­chos como posiblemente pertenecientes a esa categoría. En un principio, los socios dieron instrucciones de que nadie debía hablar del problema fuera del estableci­miento, por temor a que cualquier noticia sobre lo que sucedía en el lugar pudiera perjudicar al negocio. Pero el problema aumentó hasta escapar a todo control.
Poco después, la empleada que conocía el interés científico de los poltergeist oyó a una escritora de Miami, Susy Smith, entrevista­da en una emisora local de radio por su interés en la parapsicología. La empleada obtuvo permiso de los socios para llamar a la emisora e informar a la escritora de lo que estaba sucediendo en su establecimiento.
Susy Smith siguió sus indicaciones y vi­sitó el local, donde descubrió que la sección de envíos del almacén de recuerdos se había convertido en escenario de una serie de fenómenos auténticos de poltergeist. A su vez, se puso en contacto con un científico interesado en hechos de este tipo, W. G. Roll, director de proyectos de la Fundación de Investigación Psíquica. Esta fundación es una organización independiente con se­de en Durham (Carolina del Norte), dedica­da al estudio de fenómenos parapsicológicos en torno de ciertos aspectos de la perso­nalidad que sobreviven a la muerte. La investigación de los fenómenos de polter­geist era por tanto, una de las actividades que Roll había decidido subrayar.
Los disturbios en el caso Miami resulta­ron ser hechos típicos de poltergeist, con un aspecto que ha complicado los esfuerzos para la investigación adecuada de los suce­sos. Sucedían constantemente en lugares de la nave de envíos, hacia los que nadie mira­ba en el momento preciso en que se produ­cía la caída. Este rasgo del caso se había hecho ya patente en los acontecimientos que tuvieron lugar antes de que los investi­gadores llegaran a la escena. Muy pronto se había advertido que los objetos tendían a caerse de lugares determinados, en los nu­merosos estantes de la sala. Cuando el equi­po de televisión de una emisora local intro­dujo su material para fotografiar el polter­geist, enfocaron como es lógico su cámara a uno de esos lugares favoritos. Pero duran­te un par de horas de espera no sucedió nada. Entretanto, continuaron los hechos durante ese período, en otros lugares de la sala en los que no estaban fijos ni la lente de la cámara ni los ojos humanos.

 

Primer plano de la ventana. Al fondo, la abertura posterior por donde saldrá la piedra.

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Primer plano de la ventana. Al fondo, la abertura posterior por donde saldrá la piedra.

Los investigadores sabían, por ésta y otras observaciones semejantes, que no era pro­bable observar cómo los objetos empeza­ban a moverse en los estantes ante sus ojos. Por lo tanto, se tuvieron que adaptar a la naturaleza escurridiza de los hechos lo me­jor que pudieron. Procuraron pasear de un lado a otro con bastante frecuencia, exami­nando los estantes y viendo si los objetos estaban colocados en ellos de un modo normal. Cuando los investigadores no se movían, cada uno de ellos ocupaba un pun­to ventajoso desde el cual podía observar las acciones de los miembros del personal que trabajaba en la zona. Los puntos de observación de los investigadores fueron elegidos en forma que les permitiesen la máxima visión de toda la nave. La construc­ción de los estantes con una estructura muy simple y la colocación de la mercancía en ellos eran tales que permitían una óptima visión. En otras palabras, se podían ver los cuerpos y especialmente parte de los brazos y las manos del personal, aunque la mayor parte del tiempo las personas observadas no podían saber si eran sometidas a vigilancia. En diversos momentos, uno de los investi­gadores sustituía un objeto que se había movido misteriosamente del estante con otro del mismo tipo. Se había hecho patente que, fuera cual fuese la fuerza que desplaza­ba los objetos, prefería actuar sobre ellos en unos puntos seleccionados, y aprovecharon los estudiosos este hecho para colocar sus propios objetos, tratando de conseguir que estos provocasen posteriores incidentes.
Por lo menos de este modo, se podía afirmar que habían examinado determina­dos objetos pocos minutos antes de que se movieran. En ningún momento se vio nada semejante a una cuerda, muelle u otro dis­positivo parecido que hubiera podido preparase fraudulentamente para causar el movimiento, y estaban todos al acecho de un posible truco.
En diversos casos las perturbaciones tuvieron lugar cuando uno de los investigadores estaba observando a los dos miembros el personal que se hallaban en la habitación. En unas pocas ocasiones se hallaban de pie hablando con Julio, y el otro empleado de la sala de envíos se hallaba en un extremo de la habitación, lejos de los estantes, pre­parando un pedido. En más de una ocasión un objeto cayó del estante y se rompió detrás de Julio mientras los investigadores hablaban con él y lo observaban. El hecho sucedía en una parte de la sala en la que no había nadie presente y hacia la cual estaban vueltos los observadores... pero sin que realmente lo lograran ver moverse el obje­to.
Como ya se ha dicho, las acciones eran típicas de un burlón poltergeist porque pa­recían ocultarse deliberadamente de la vis­ta. Se bien nadie sería capaz de afirmar que acontecimientos como los de este caso pro­porcionarían evidencia científica ideal, de que los objetos se movían de un modo inexplicable por las leyes conocidas de la física, nadie puede tampoco decir justifica­damente que los hechos no merecen mayor reflexión. Como investigadores, aquellos tenían confianza en lo que se refiere al cuidado con que ejercían la vigilancia y, por lo tanto, compartían la opinión de que los descubrimientos contribuían apreciablemente a las pruebas de que los fenómenos de poltergeist presentaban un auténtico de­safío a la ciencia. Después del caso Miami, no podemos dudar ya de la autenticidad del fenómeno de poltergeist, pero la investiga­ción busca comprensión, no simplemente convicción.

 

El caso Rosenheim (noviembre a diciembre de 1967)

 

Este caso sucedió en la ciudad bávara de Rosenheim, a finales de 1967, y se centró en un despacho de abogados. Las luces de neón se apagaban repentinamente y se des­cubrió que los tubos habían girado unos noventa grados en sus casquillos. Los inte­rruptores del circuito automático, en la caja de fusibles, cortaban la corriente repetida­mente. Se advirtieron dificultades en los teléfonos de la oficina, produciéndose inte­rrupciones en las llamadas, y el equipo automático registraba repetidos cargos de referencias de larga distancia que realmen­te no se habían hecho. Se advirtieron tam­bién, en el despacho, otros efectos inexpli­cables que no eran del tipo eléctrico.
Además, de apagarse las luces, algunas veces los tubos de neón se caían al suelo o estallaban. Como, medida de seguridad fue­ron sustituidos por bombillas de tipo anti­guo. Se observó el balanceo exagerado de los aparatos de luz colgados de un techo alto, pero los intentos para hacer que osci­laran las lámparas, saltando o golpeando en el suelo, no producían idénticos movimien­tos.
Los fallos en el equipo telefónico y eléc­trico, inevitablemente, hicieron que se lla­mara a los servicios de reparación de las compañías correspondientes, para que comprobarán las instalaciones. Los repre­sentantes de la Compañía Telefónica sos­pechaban que alguien marcaba deliberada­mente los números, pero las personas que se encontraban en el despacho estaban segu­ras de que las llamadas telefónicas falsas se producían cuando no habían nadie cerca de los instrumentos.
La compañía eléctrica adoptó una deci­sión más tajante para realizar una prueba óptica. Instaló su propio equipo para com­probar la energía que entraba por la línea en el despacho.

 

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Fue instalado un registro Siemens Unireg 1, combinado con un amplificador de volta­je que funcionaba continuamente haciendo un gráfico de la energía dentro del circuito eléctrico. El instrumento mostraba lo que parecían fuertes impulsos de energía, que coincidían con las alteraciones de las luces en el despacho. Pese a que se instaló una nueva línea directa, los efectos continua­ron. La máquina registró incluso las mis­mas fuertes fluctuaciones mientras estaba conectada solamente a una batería de voltio y medio. Sin embargo, los gráficos mostra­ban que no sucedía nada fuera de las horas de trabajo en el despacho. Sellaron comple­tamente el instrumento de prueba, para que nadie pudiera manipular con sus elementos, pero los efectos continuaron. Las alteracio­nes se producían durante las horas de traba­jo, y solamente mientras se hallaban pre­sentes dos mujeres jóvenes que trabajaban allí.
Los disturbios se centraron finalmente en torno a una de las muchachas, Annemarie S., de diecinueve años. La estrecha relación entre las perturbaciones y esta joven se vio claramente al observarse que, cuando cami­naba a lo largo del vestíbulo, era acompaña­da por los efectos en las luces y la oscilación de los aparatos suspendidos del techo.
El profesor Hans Bender, de la Universi­dad de Friburgo, y algunos miembros de su Instituto interesados especialmente por las investigaciones parapsicológicas, visitaron el escenario de los hechos. Reconocieron rápidamente que los acontecimientos enca­jaban en la pauta de un caso típico de poltergeist. Especialmente en el hecho de que los efectos tuvieran lugar solamente
cuando Annemarie estaba en la oficina, sugería que la dificultad no era un fallo físico de la línea eléctrica, sino que requería una explicación parapsicología. Se pensó que la joven Annemarie influía directamen­te, de algún modo, en el instrumento utiliza­do para comprobar la corriente eléctrica, del mismo modo que parecía afectar al equipo telefónico automático, hacer que las lámparas se balancearan y ocasionar los restantes incidentes.
Los investigadores llamaron al Dr. F. Karger, del Instituto de física del plasma Max Planck, para que enjuiciara los hechos. Karger llevó consigo a un colega, el Dr. G. Zicha, del departamento de física de la Escuela Técnica Superior de Munich. Los dos científicos participaron en la presenta­ción y examen de este caso, durante la Convención de la Asociación Parapsicológica, reunida en Friburgo en 1969. Expresa­ron sin reserva que habían observado fuer­zas que podían ser medidas por métodos ahora a disposición de la ciencia, pero que desafiaban toda explicación de acuerdo con la física teórica actual. Hasta ahora, dijeron, los físicos habían expuesto que no se nece­sita ninguna nueva forma básica de energía para explicar lo que sucede en los organis­mos vivos. Pero los hechos de este caso ponen en tela de juicio esa suposición. Su­girieron, por lo tanto, que la física quizá tenga que reconocer un nuevo tipo de inter­cambio de energía, debido a los fenómenos que se observaban en los casos de poltergeist. Nuevos estudios, siguiendo estas líneas -añadieron-, contribuían a nuestro mejor co­nocimiento del hombre.

 

El Caso Bremen (junio de 1965)

 

Este nuevo caso alemán, ligeramente an­terior en el tiempo al precedente, fue pre­sentado también públicamente en la Con­vención de la Asociación Parapsicológica, celebrada en Friburgo.
Como es típico en estos hechos, el caso llegó a conocimiento de los investigadores por su publicación en un periódico. Todavía más que en el caso Miami, las perturbacio­nes en éste, adoptaron el carácter de un "elefante en un bazar". La noticia decía que se habían venido produciendo movimien­tos inexplicables en unos almacenes de Bremen, en los que se vendían objetos de porcelana. Las investigaciones de la policía y otros expertos, no permitieron descubrir una explicación de los hechos. Sin embar­go, los sucesos parecían estar relacionados, de algún modo inexplicable, con un apren­diz de quince años. De acuerdo con esta suposición, fue despedido y los fenómenos cesaron inmediatamente.
El profesor Bender y G. Wüliamsson, uno de sus estudiantes colaboradores, in­vestigaron los hechos, poco después, en Bremen. Aunque el caso estaba aparente­mente cerrado, su juicio fue que se trataba de un fenómeno auténtico de poltergeist.
Las perturbaciones se centraban en torno de un adolescente que había crecido en circunstancias difíciles. Así que, encajaba en la imagen del joven desdichado que se rebelaba contra su situación. Es la pauta que generalmente puede explicarse a la persona focal, aunque indudablemente esto no es una explicación, pues no todos los jóvenes desgraciados se convierten en agentes de poltergeist.
Más tarde, el muchacho se trasladó a Friburgo, donde entró como aprendiz en una tienda de electricidad. En marzo de 1966, uno de sus trabajos consistía en per­forar agujeros en una pared de cemento y meter en ellos tacos de plástico, a los que sujetaba ganchos con tornillos. Pese a que los ganchos eran instalados del modo nor­mal y se advertía que estaban firmes y seguros, poco después se soltaban, en pre­sencia del joven aprendiz. Se culpó al mu­chacho. Para demostrar su inocencia, pidió a sus superiores que observaran el fenóme­no mientras él era vigilado. En la prueba que se realizó, algunos ganchos, que esta­ban bien fijos en la pared, se soltaron antes de pasados dos minutos, mientras el mucha­cho se hallaba a una distancia aproximada­mente de noventa centímetros sin ningún contacto físico con la pared o con los gan­chos.
Fue notificado el Instituto de Friburgo y Hans Bender visitó el lugar, justamente con otros miembros de dicho Instituto. No sólo pudieron observar el mismo fenómeno, si­no que lograron fotografiar el suceso, al mismo tiempo que grababan en cinta un comentario detallado sobre el hecho.
Una vez más, los dueños se vieron obligados a despedir al muchacho. Después de este suceso, los padres adoptivos se negaron a que se prestara mayor atención científica al caso, y no se ha informado de ningún suceso desacostumbrado desde julio de 1967.
Tomamos casos de más de veinte años por ser clásicos en el mundo de la parapsi­cología y no porque sea un fenómeno de rara aparición.
Estas y otras recientes investigaciones de casos de poltergeist apuntan hacia un pro­blema que tiene que ver exclusivamente con los poderes ocultos de personas vivas. De este modo la vieja idea de que esos hechos eran producidos de algún modo por personalidades supervivientes de personas fallecidas, o la idea, todavía más, antigua, de que los efectos eran obra de malos espíritus han sido, en gran parte, descartadas. Esto no quiere decir que podemos eliminar de modo definitivo y concluyente la posibilidad de casos de un tipo mixto, que tengan causas vivas y no vivas, o incluso sólo de esta última clase. Pero podemos decir con notable confianza que la mayoría, si no todos los casos de poltergeist perte­necen al campo general de la psicokinesia como don humano. En estos casos especia­les, esta fuerza se desborda y se convierte en lo que en parapsicología científica se deno­mina psicokinesia espontánea recurrente, término que ha tenido mucha aceptación entre los parapsicólogos.
El círculo de la investigación que se ocu­pa de esos casos se va cerrando lentamente. Pero, aunque finalmente se descubra que no contiene nada, la ciencia y la humanidad habrán sustituido la superstición por el co­nocimiento y, de este modo, se habrá gana­do mucho. Y si el círculo se cierra con éxito, y se descubre que no estaba vacío, ¿quién puede calcular ahora con exactitud cuáles serán los beneficios?

 




N. de la R.

 

Las fotografías corresponden a una investigación histórica realizada por nuestro Director, Prof. Fabio Zerpa; si bien las mismas han sido editadas digitalmente, su calidad no es como la de un documento actual, por lo cual pedimos disculpas. Muchas gracias (Archivo Coordinación Documental ONIFE/CUARTA DIMENSION)


 


PRÓXIMO EXPEDIENTE
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SE BUSCA UN CONTINENTE

La Neoarqueología se ha propuesto ir más allá de la arqueología, más allá en el tiempo y más allá en los interrogantes planteados. He aquí uno de esos interrogantes…