Revista Digital de El Quinto Hombre

 

LOS HOMBRES DE NEGRO EN LA ARGENTINA
EL Incidente de Héctor Antonio Picco



DESDE NECOCHEA, Argentina
Guillermo Daniel Giménez
(*)


                                                                   

Era Septiembre de 1983, cuando una carta, de la habitual y numerosa correspondencia recibida, acaparó mi atención, firmada por un conocido investigador, autor de importantes trabajos sobre nuestro quehacer investigativo.

La misma hacia referencia sobre el tema de mi especialidad: el accionar de los misteriosos Hombres de Negro, el área de mi ardua tarea de investigación hacia esta Conspiración del Silencio.

Comencé mi investigación, mi interrogatorio hacia el protagonista principal, conociendo así, a este excelente testigo calificado, quien ha prestado servicios a una importante entidad de la República Argentina, que para su incorporación  requirió el correspondiente informe a Inteligencia, apareciendo su ficha totalmente limpia, de buena reputación.

Escuchemos al protagonista de este misterioso incidente.

G.D.G.: ¿Cómo te llamas?
T.: Héctor Antonio Picco

G.D.G.: ¿Qué edad tienes?
T.: Cuarenta y dos años.

G.D.G.: ¿Dónde naciste?
T.: En un campo a 10 km de Rancul, Provincia de La Pampa, pero en jurisdicción de Córdoba.

G.D.G.: ¿Qué día?
T.: El 14 de septiembre de 1941, a las 10,15 hrs.

G.D.G.: ¿Cuál es tu profesión?
T.: Por vocación: Escritor. Por sobrevivencia: Tareas de Contaduría.

G.D.G.: ¿Casado?
T.: Sí.

G.D.G.: ¿Tienes hijos?
T.: No.

G.D.G.: ¿Cuándo fue tu primera experiencia OVNI?
T.: Cuando tenía cuatro o cinco años.

G.D.G.: A partir de allí, ¿nace tu interés por el fenómeno?
T.: No. Ni siquiera cuando mi segunda experiencia, el 13 de octubre de 1965, sino un par de años después.

G.D.G.: En 1975 escribís tu primer novela, ¿sobre el Fenómeno OVNI?
T.: Sí, pero no como investigador, sino más bién como recurso literario, hasta un poco burlescamente hacia la tendencia “redentorista” de algunos ovnílogos, que me fastidia por lo cómica.

G.D.G.: ¿Qué hiciste antes del primer hecho extraño?
T.: Nada. Levantarme antes de tiempo, (en ese tiempo yo solo trabajaba por la tarde). Bueno, no tanto eso: Yo siempre me levanté muy temprano. Pero eso sí NUNCA bajaba a la calle a esa hora.

G.D.G.: ¿Qué fecha sería?
T.: Era el mes de Octubre de 1976. No recuerdo el día. Sí la hora, más o menos: Alrededor de las 08,30.

G.D.G.: ¿Qué te sucedió en ese encuentro?
T.: Una mujer que  venía en sentido contrario al mío, al cruzarnos en la vereda, me saludó por mi apellido, con extraña expresión, agresiva y burlescamente.

G.D.G.: ¿Cómo iba vestida esa mujer?
T.: De pollera y chaqueta negra. Zapatos y cartera del mismo color en su mano derecha.

G.D.G.: ¿Y su lenguaje era extranjero?
T.: No. Era el habitual de la gente de aquí.

G.D.G.: ¿Su rostro tenía pintura?
T.: No. Como casi todas las mujeres de edad madura.

G.D.G.: ¿Qué estatura aproximada?
T.: 1,60 mts. Quizá algo menos. La deducción la hago comparándola con mi propia estatura.

G.D.G.: ¿Y cuál es tu estatura?
T.:  1,84 mts. Más o menos.

G.D.G.: ¿En qué calle de Buenos Aires aconteció esto?
T.: Billinghurts al 220/30. Entre Cangallo y Díaz Velez.

G.D.G.: ¿Había gente en su alrededor?
T.: En esos momentos no.

G.D.G.: Al día siguiente volviste a encontrarte con esta mujer, ¿qué fue lo que sucedió?
T.: Me preparé para inquirir sobre su extraña actitud del día anterior. Ella me miró desafiante, y en el mismo tono me preguntó: ¿Qué pasa?

G.D.G.: ¿Y ella qué contestación te dio?
T.: Ninguna, pues yo no alcancé a preguntarle nada.

G.D.G.: ¿Siguió caminando normalmente?
T.:  Sí. Hasta que llegó a Cangallo, donde giró sobre sus pasos y me miró desde unos 60 metros, como sabiendo que el encargado del edificio y yo, estábamos conversando sobre ella, sobre si sería del barrio o no.

G.D.G.: ¿Qué fue lo que sentiste al acercarte a ella?
T.: La primera vez nada en especial, pues no presentía nada. Ya la segunda vez, una sensación de frío y pánico, la seguridad de hallarme frente a algo desconocido para mi comprensión.

G.D.G.: ¿Cómo eran los ojos de esa mujer?
T.: Muy brillantes, poseídos, yo digo a veces  “brillo dorado” aunque no sea exactamente así, porque no sé que otra definición darle a la mirada tan extraña, cargada de amenaza, maldad, odio.

G.D.G.: ¿Qué hiciste luego de verla?
T.:  La primera vez, nada. Caminé hacia Rivadavia y regresé enseguida. La segunda vez, continué unos diez o quince pasos más tratando de hallarle una explicación al asunto y luego, recordando que al salir estaba el encargado haciendo limpieza en la entrada y que era un hombre que hacía 10 años que estaba en el puesto y conocía a casi todo el mundo de la zona, volví para preguntarle si la conocía a ella. El me respondió, luego de estudiarla ocularmente, que no. Mi pregunta a él obedecía además a otro motivo: En un momento creí que era una visión sólo para mí, que yo sólo la veía. Esto obedece a un hecho... que quizá sea vinculado al problema: unos tres meses antes, en una madrugada que yo venía casi por el mismo lugar –a lo sumo diez  metros más hacia Díaz Vélez- , de repente una mujer, vestida de colores oscuros, pero no negros, se arroja, protegiéndose con ambas manos (como un arquero de fútbol cuando intenta atajar a una pelota que viene a ras del suelo) sobre la vidriera de una mueblería que existía en ese tiempo ahí. Cuando yo paso junto a ella me pide a gritos  ¡Ayúdame!. ¡Ayúdame!. Yo lo voy a hacer, pero finalmente desisto por dos motivos, cuando recapacito:
1º Su extraña forma de caer, protegiéndose con ambas manos, para no golpearse. Es decir: me doy cuenta que la caída es fingida.
2º Un matrimonio, con un hijo de la mano que va a cruzar Billinghurst y espera el paso de algunos vehículos para hacerlo evidentemente no advierte el hecho, no lo vé, pues la mujer ha caído a un par de metros de ellos y no hacen ningún movimiento. Me doy cuenta entonces que si voy a ayudarla algo me va a ocurrir, pues esa actitud sólo es visible para mí, los demás no la ven, ¿comprendes?

G.D.G.: ¿Y qué sucedió luego?
T.: Nada. Seguí caminando sin atenderla, cuando me percaté que las personas cercanas no veían lo que yo.

G.D.G.: ¿La has vuelto a ver?
T.: No.

G.D.G.: ¿En qué año enviás tu libro para que concurse en Europa?
T.: En 1976, para que concurse en el Planeta 1977, que se cierra el 30 de Junio.

G.D.G.: ¿A partir de allí decidís pasar las Fiestas con tu familia e irte a tu pueblo?
T.: No, mi decisión de ir a mi pueblo es anterior, siempre que la situación económica personal me lo permitiera. Es decir: Anterior a los sucesos con la mujer de negro; no como una situación específica de ese año en especial, sino como una posibilidad siempre latente, de ser posible llevarla a  cabo.

G.D.G.: ¿En qué lugar de la Argentina?
T.: Mi pueblo es Huinca Renancó.

G.D.G.: ¿Allí acontecen nuevos hechos extraños?
T.: Sí. Es un lugar de gran casuística OVNI. ¡Ah!. Pero quizá quieres saber con respecto a mí. Hay un extraño “complejo de culpa”. El año pasado (1983) me hicieron un homenaje en la Radio, leyendo cosas mías, pasando un par de temas folklóricos que me grabaron por ahí. Además se me buscó para escribir el Himno del Colegio Nacional, que ha resultado un gran éxito. Lo ejecutan en cada aniversario y hacen bises.

 

G.D.G.: ¿Qué es lo que ocurre en el Banco Popular Financiero?
T.: En el Banco Popular Financiero, no estaba V.H. Sino solamente A.S. (el amigo que voy a saludar) y C.N., que viene expresamente a preguntarme
“dónde están los originales”. A  V.H. lo encuentro en la confitería Oriente y está asustado y preocupado a la vez.  También pregunta por los originales y dónde vivo. Me sugiere que los pida a Planeta para que me los devuelvan. Me pregunta si vivo en casa o qué. Desliza la oportunidad de invitarme a cenar (nunca lo hacía con anterioridad). Cuando lo encuentro antes de venirme, luego de su extraña desaparición por 3 ó 4 días, me da la mano sin apretar y huye de mí.

G.D.G.: En la Estación de Ferrocarril sos protagonista nuevamente del recuerdo de esos “ojos extraños” de la mujer vestida de negro, cuando observas al Agente G. ¿Es realmente así?
T.: Sí.

G.D.G.: ¿Podés decir que eran casi los mismos ojos?
T.: Quizá no “los mismos ojos”. Es el brillo extraño. La actitud poseída y “en blanco”.

G.D.G.:  ¿En qué momento aparecen los Hombres de Negro?
T.: Al sobrepasar el tren la Estación de Junín (Provincia de Buenos Aires).

G.D.G.:  ¿Qué hora serían?
T.: Alrededor de las 12 horas.

G.D.G.:  ¿Cuántos eran?
T.: Dos.

G.D.G.: Describilos.
T.: Dos individuos, uno más alto y totalmente afeitado, otro más bajito y con bigote recortado. Vestidos como gerentes de banco, con gafas para Sol, ambos sin maletines “atachés” o cosa parecida, que todo el mundo los lleva cuando debe hacer un viaje más o menos largo y prolongado, -ese detalle me llamó sobremanera la atención- , tez morena, movimientos serenos y pausados, impecables en su presentación, que viajan juntos pero no se dirigen la palabra jamás.

G.D.G.:  ¿Qué estatura tenían?
T.: El de bigotes, 1,70 mts. El rasurado, 1,85 mts.

G.D.G.: ¿Sus rostros te hacen recordar de qué raza?
T.:  Mongólica, esquimal.  (Soy consciente de que esto constituye un lugar común en esta casuística, pero era así. Es.).

 

G.D.G.: ¿Se comunicaban entre “Ellos”?
T.: No. Solamente se miraban a la cara, como para sobreentenderse de algo ya conversado con anterioridad.

G.D.G.: ¿Su caminar era normal?
T.: Sí.

G.D.G.: ¿Cómo se acercan a vos?
T.:  Se ubican en el asiento izquierdo, -teniendo en cuenta el sentido hacia Buenos  Aires del tren y mi propia ubicación- . Luego uno avanza solo tres o cuatro asientos, por la derecha; luego avanzan tres o cuatro más, -nuevamente los dos se sientan juntos- por la izquierda. Finalmente vuelven a separarse, y el de bigotes se sienta sobre la derecha, a unos tres metros de distancia de donde yo estoy. El otro sigue en la fila de la izquierda, un par de asientos más atrás.

G.D.G.: ¿Había más gente en el mismo vagón?
T.: Sí.

G.D.G.: ¿Qué reacción tenían éstos?
T.: Ninguna. Parecía que no advertían la anormalidad.

G.D.G.: ¿Por qué pensás que “ellos” iban a sacrificarte?
T.: Porque yo tuve una fugaz actuación política... Entonces lo atribuí a gente de algún servicio policial y para-policial que quería asesinarme. Sólo con el tiempo, cuando supe que no estaba “fichado”, cuando até cabos, me dí cuenta que se trataba de los H.D.N.

G.D.G.: ¿Cómo es eso que “ellos” se quedan dormidos?
T.: Se les “cayó” la cabeza hacia el costado, como hacemos todos cuando queremos dormitar.

G.D.G.: ¿Y vos qué hiciste luego?
T.: Me bajé en Saénz Peña y tomé el 105 hacia Billinghurst y Bartolomé Mitre.

G.D.G.: Al bajarte, ¿los H.D.N. continuaban en el tren?
T.: Sí.

G.D.G.: ¿Vos crees que al bajarte antes de llegar a destino, “rompiste” con la programación de “ellos”?
T.: Pienso que sí.

G.D.G.: ¿Quizá esa fue la causa de que se quedasen dormidos?
T.: No. Pienso que se quedaron dormidos por una fuerza superior que intervino.

G.D.G.: ¿Toda la experiencia cuánto duró?
T.: Unas cuatro horas.

G.D.G.: ¿Cuándo y porqué decidís enviar tu libro a una Editorial inglesa?
T.: En 1977, cuando pienso que la mayor libertad intelectual que allí existe permitirían la publicación del libro.

G.D.G.: ¿Qué es lo que le sucede a la traductora?
T.:  Se le desprende el cristal de uno de sus anteojos, y al otro par le aparece un cristal prolijamente seccionado de forma de triángulo.

G.D.G.: ¿Qué dimensión tenía ese triángulo?
T.: 0,5 cmts X 1,5 cmts.

G.D.G.: ¿Cuál es el nombre de ella?
T.: N.T.

G.D.G.: Y a Mary, tu común amiga, ¿también fue envuelta en las redes de estos extraños hechos?
T.: Sí.

G.D.G.: ¿Qué es lo que le ocurre?
T.: Ella abandona su habitación para ir al toilette. Ni bién se aleja unos pasos en tal dirección oye un extraño ruido-crujido, al que no le da importancia. Su cama está tendida. La destiende para acostarse, al regresar, y halla un extraño trozo de madera terciada entre la sábana. Ningún mueble, puerta o ventana de la pensión tienen ese tipo de madera.

G.D.G.: ¿Qué piensan ellas de estos acontecimientos?
T.: Que estaba todo relacionado con el libro.

G.D.G.: ¿Y vos?
T.: Lo mismo.

G.D.G.: ¿Y qué es lo que relatás en el libro?
T.: La reseña de la caída espiritual total del hombre, el fracaso de los Redentores, la existencia de El Consejo de los Nueve, que planea todas las malignidades, con sus delegados que fingen trabajar para el Bien. El 1 de Julio de 1984, yo me encontré con Cacho Barrios, el último cantor de Buenos Aires, a quien persiguen para asesinar, pues los Nueve no quieren más que quede un vestigio de espiritualidad con vida. Los OVNI también juegan un papel en la Revelación, pero no redimen a nadie. Eustaquio Zagorski, el fallecido Polaco que tenía gran amistad con el Padre Reyna también figura. En fin, es demasiado extenso para contarlo todo.

G.D.G.: ¿Cómo se llama?
T.: “El Ocaso de los Redentores” (Tango is dead!).

G.D.G.: ¿Por qué ocultaste todo esto?
T.: Porque tenía miedo.

G.D.G.: ¿Y ahora no lo tienes?
T.: ¿Si tengo miedo?. Todos los seres sensatos lo tenemos. Lo que ocurre es que no puedo dejar de indagar simplemente por eso. Porque me creo miedoso, pero no cobarde absoluto.

G.D.G.: ¿Qué pensás del comportamiento de las personas involucradas en estos extraños hechos?
T.: En algunos casos había envidias lugareñas tontas, en otros, ni siquiera eso. Actuaron envueltos en una urdimbre telepática increíble.

G.D.G.: ¿Influenciados por los Hombres de Negro?
T.:  Por la Central que los programa y dirige.

G.D.G.: ¿Has vuelto a encontrarte con todos ellos?
T.: Sí, con casi todos ellos.

G.D.G.: ¿Ahora sus comportamientos son normales?
T.:  No, los atenaza un  raro “complejo de culpa”. Tratan de “quedar bien” conmigo.

G.D.G.: ¿Has cambiado de alguna forma tu manera de actuar?
T.: Sí. Me he vuelto muy cauteloso. Comprendí que el Mal se produce conscientemente, que quienes estamos del lado del Bien, -con todo nuestro caudal de debilidad y vacilaciones- , estamos muy protegidos, pero también muy atacados.

G.D.G.: Ya para finalizar, ¿por qué recurriste a mí para contarme todo esto?
T.: Porque te considero  un sensato especialista del tema.  Yo siempre recurro a los que creo conocen algo más de un asunto para “desasnarme”. QUIERO SABER. Pensé que con muchos casos “en carpeta”  podrías ayudarme a echar más luz  sobre este asunto en que me ví envuelto. A su vez, creí también que era “una ayuda” más para vos, para  que sigas investigando, en algo en que será  la Humanidad , -y yo también- , beneficiados.

 

 

Y así dejé a mi testigo, le había hecho recordar nuevamente todo lo vivido.

Aún hoy nos seguimos viendo, hablando sobre estos extraños y nuevos acontecimientos que han tenido lugar, (6 hasta el día de hoy)  ya que hay mucho más por investigar e indagar, aunque mi interrogatorio haya sido mucho más profundo de lo que aquí se habla.

Pero me detengo aquí, pensando sobre la razón de ser en nuestro planeta, de la presencia de estos misteriosos seres a quienes hemos dado en llamar: HOMBRES DE NEGRO.

 

 

(*) Investigación realizada por:  GUILLERMO DANIEL GIMENEZ.-
E-mail:     gdgneco@yahoo.com
Actualemente es el Owner del grupo de FaceBook llamado Planeta UFO Argentina

 

NOTA: Hector A.Picco fallecio el 13 de mayo de 2017 en Capilla del Monte, provincia de Córdoba, Argentina. Residía allí desde hace 15 años, y luego de sufrir una seria descompensación y permanecer varios días en terapia intensiva, fallecio. Fue autor de varios libros y su interés fue la investigación  Ovni, las abducciones, la Tierra Hueca y los Hombres de negro. Lo conoci personalmente en mi ciudad Necochea, en la Provincia de Buenos Aires -donde resido- quedándose Hector en casa y allí tuvimos la oportunidad de hablar horas y horas de todos estos temas, y compartir y afianzar nuestra amistad.